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SUEÑO DE UN ELEFANTE

SUEÑO DE UN ELEFANTE

 

SUEÑO DE UN ELEFANTE

 

Por:

 

Abraham Méndez V.

 

 

Al escritor informalista

Carlos Darío Sousa  Sánchez,

y al maestro mágico Manuel Mora Serrano.

 

 

 

Sueño, casi a medio dormir,

fantasías entre dormido y despierto;

soy una hormiga tan corpulenta

que a mi lado

el más grande elefante del mundo,

proyectado desde la tierra

por un mechón de luz,

no me da por estas rodillas

de alcanfor sólido. 

 

Sueño que soy una hormiga ciega

que se guía por su olfato de perro

y sigue el rastro de oro

de otras hormigas. Veo estrellas

que  caen al primer gruñido

de un cerdo kamikaze.

 

Soy, por fin, un elefante

que viaja en círculos,

tras la humedad una vez perdida,

con los ángeles del reloj de arena.

 

Vivo bajo la sombra propicia

de un cementerio de chatarras

sin repuestos posibles,

salvo el moho que produce tétano

a una herida reciente.

Un cometa cambia de dirección

y viaja teledirigido

por pedazos de la luna

contra una planta nuclear

donde habitan los zorros de la NASA

que hicieron estallar

dos bombas atómicas

sobre el cometa próximo pasado

para estudiar su estructura celestial

de regreso al sol.

Meteoritos dañaron los satélites,

y los días ahora son de cuatro horas

después que los robots detonaron

las bombas que dormían

en la rondalla lunar

de tus ojos enamorados.

Sueño que cambio

de rumbo. ¿Por qué la vida,

en los sueños, no es nada constante? 

Es como la idea del futuro,

que rebasa toda dialéctica

y toda predicción.

 

Sueño que un terror

me viene de los espejos,

se repite en los zafacones

de periódicos de ayer,

un escalofrío instantáneo suspende

las ediciones de los diarios de mañana.

No quedará piedra sobre piedra,

quizás por ahora haya una lápida

en el lugar de los muertos,

como allá en el solar

de las Torres Gemelas,

o en los trenes de España, o de Londres,

o en los campos de muerte de Irak

o de Afganistán.

 

Sueño que un kamikaze

muere a mi lado. Terror de espejos

de los pesimistas

de oro de procesador de Laptop.

¿Qué es, empero, un kamikaze?

¿Un asesino suicida,

o una ideología de la sinrazón? 

No sé, pero un suicida es,

en el instante supremo

de suprimir el destino suyo o de todos,

alguien que ha perdido la razón

universal del instinto de conservación.  

 

No veo los obreros que defienden,

pues éstos mueren junto al rico

y a los de clase media.

No veo más que narcodólares,

narcoterrorismo. Carecen

de toda la razonabilidad del tabaco,

de la cordura de humo decretada

por los imperios de muerte.

¿Y si tuvieran las bombas atómicas? 

Impedir el mal, ordenar el bien,

suprimir la tiranía de aquellos cientistas

que empuñan la verdad y solo abren,

como Fontannelle, el dedo meñique.

Que Dios salve el mundo, dice Carlyle.

 

Sueño que soy un elefante

que viaja en circulo

por el desierto del amor

como negación de morir.

Una mujer a punto de dar

a luz me sonríe

y siento que es la luna llena

que me alumbra.

Yo, con un gesto diestro y una sonrisa,

le devuelvo la luna nueva.

 

Sueño que mil hormigas

que han ganado el Nóbel

afirman en Jordania

que el mundo está en peligro,

y ojalá que lo dijeran noveles como yo,

y que fuese mentira.

Quisiera ser una cucaracha cien días

antes del fin del mundo,

para sobrevivir al holocausto.

 

Sueño que soy una hormiga corpulenta,

más grande que el elefante más

tremendo del mundo,

que va por el mundo vendiendo

unos versos que son más poderosos

que las bombas atómicas

que se robaron  científicos rusos

cuando cayó el imperio leninista.

Irán y Corea del Norte

quieren bombas atómicas.

Ya la India y Pakistán tienen la suya. 

 

Como los pobres del imperio romano

entendieron al Hijo de Dios,

hoy son los del siglo XXI

quienes pueden ver el rostro de Dios;

os digo que Dios salve al mundo,

como pide Carlyle,

pero al través del hombre,

pues también vive Dios en su pecho.

 

A trabajar muchachos

de todos los pueblos del mundo,

somos esos elefantes que sueñan

con los lejanos lugares secanos

que mañana reverdecerán

a la alegría del desierto otra vez...

 

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