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Relectura de la novela CARNAVA, de Angel A. Hernandez Acosta

Relectura de la  Novela Carnavá

 

Por:

Abraham Méndez Vargas

 

 

 

 

Al escritor José de Rosamantes.

 

 

En una nueva lectura de la novela Carnavá,  del poeta y narrador Ángel Atila Hernández Acosta, antes que todo, nos obliga a expresar nuestro acuerdo con el juicio crítico que en la puesta en circulación de esta obra literaria en la ciudad capital sentenciara el Freddy Prestol Castillo, el autor de la novela histórica Pablo Mamá, en el sentido de que  Hernández Acosta es un valor con calidad nacional, con categoría para ser mostrado fuera del país, y que la novela Carnavá es un logro como esencia poética. ¿Cuál es, entonces, además de ser un poema en prosa, la autenticidad histórica de  Carnavá, en relación con el hecho real que fue el general cimarrón Lucas Evangelista de Sena, alias Lucas Merongo, o Lucas Cajnavá?

 

En efecto, para comprender mejor la expresión de que la novela Carnavá, de Ángel Atila Hernández Acosta, es un logro como esencia poética,  es necesario, antes que todo, darle un vistazo a la figura histórica del general Lucas Evangelista de Sena dentro del contexto de la historia de Barahona, demarcación política a la cual pertenecía Neiba en ese entonces. Una relectura de la novela Carnavá obliga a replantear la historia del personaje casi en su totalidad.

 

El historiado y periodista Oscar López Reyes, en su obra Historia del Desarrollo de Barahona/ Narración e Interpretación (segunda edición), en el capítulo VIII, titulado Barahona Adquiere Categoría Social, nos enseña que “En 1902 el furor caudillista, que había desaparecido durante la tiranía de Lilís, resurgió con ímpetu al producirse un pronunciamiento militar (el primero del siglo XX) contra el presidente Juan Isidro Jimenes.

 

“El vicepresidente Horacio Vásquez, auspiciador del golpe de Estado, encabezó un gobierno provisional, sumiso a los Estados Unidos. Jimenes tomó el camino del exilio el día 2 de mayo; y sus partidarios, identificados como jimenistas o bolos, estructuraron un movimiento, sin lineamientos programáticos ni ideológicos definidos, para afrontar la acometida. Los adeptos de Vásquez, llamados horacistas o “coludos”, conformaron un bloque similar para preservar la presidencia de la República. Y se planteó el reto, con marcado matiz personalista” (obra citada, Pág. 98).

 

Respecto de Los Jimenistas Sublevados, como subtítulo del referido capitulo VIII, de la Historia del Desarrollo de Barahona, el historiador López Reyes lo resume, en síntesis, tal como sigue:

 

“Los jimenistas o bolos se levantaron en armas, con rapidez pasmosa, en distintas comunidades y poblaciones de Barahona. El general Matías Suero, jefe local de la sedición mantuvo en vilo, durante algunos meses, a las tropas gubernamentales del Batallón Osama, asestándoles bajas  golpes insignificantes.

 

“Los recursos del gobierno resultaron más poderosos que los de los revolucionarios. A los 8 meses, la revolución sucumbió en Barahona y otros lugares” (obra citada, Pág. 99).

 

“El ascenso de Wons y Gil, en 1903, -sigue diciendo el historiador barahonero,- planteó la posibilidad del retorno de la tiranía lisista. Los bolos (jimenistas) y coludos (horacistas) comprendieron esa perspectiva y, en consecuencia, concertaron alianza. A los 7 meses estalló una revolución, denominada “unionista”, que colocó en el poder al ex sacerdote Carlos Morales Languasco, quien tras juramentarse integró al gabinete a jimenistas y horacistas.

 

“La unidad, de tipo coyuntural, desapareció con los vestigios lilisistas, reapreció, pues, la lucha entre jimenistas y horacistas ubicándose Morales Languasco en las fijas de estos últimos. Los jimenistas, en contraposición, se pronunciaron en Barahona y otros pueblos, exceptuando la capital (obra citada, Pág. 99).

 

“En las jornadas descritas se destacaron, conforme a Robert (53): Norberto, Virgilio y Braudilio Feliz, Wenceslao y Jaime Sánchez, Ángel María Puello, Bernardino Vásquez, Eduardo Leyba, Nicolás Cabulla, Elías Cornielle, Francisco Montero, José de la Cruz de la Rosa, Pedro Guevara, Leopoldo Michel, Alfonso Urbaez, Andrés Matos, Juanico Gómez, Tomas Cuevas, Chicuelo Liben, Jobino Guevara, Secundino Gómez, Rafael Matos (Falé ) y Julio Rivera, entre otros” (obra citada, Pág. 100).

 

“Entre” esos “otros” revolucionarios no mencionados, desde luego, se encontraba el general Lucas Evangelista de Sena, la leyenda que más pasión ha suscitado desde aquellos tiempos, a poetas e historiados y muchos otros dan cuenta de primordialmente del hecho histórico de su fusilamiento, por trascendencia que tuvo su figura de general cimarrón. La omisión es tema para despertar una investigación más minuciosa, como también el determinar porque hombre de confianza del lilisismo en el sur, como fueron José A. Acosta (el Totoño), que junto a Esteban Cáceres y al general Tomás (Co) Hehasme, asesinaron frente a la cabeza de Las Marías de Neiba, al general Pablo Mama, por ordenes del Presidente Lilís, aparecen luego formando parte del banco de los “bolos”.  Pero, tal como he dicho antes, es un buen tema para otra ocasión. Sigamos con la relectura de la novela Carnavá, que es el tema que nos mueve en esta ocasión.

 

Ahora bien, ¿quién fue el general Lucas Evangelista de Sena?

 

La principal historiadora de las tradiciones neibanas es la profesora Elixiva María Vásquez de Díaz y en su obra titulada Antiguayas de Neyba (primera edición), nos dice que nuestro héroe era un cantor popular del histórico Valle de Neiba, con las siguientes palabras:

 

“Lucas Evangelista de Sena (Lucas Merón). Conocido popularmente con el sobre nombre de Lucas Merón, fue hombre de acrisolada personalidad, donde se conjugaron, la inteligencia, el valor, la dignidad de hombre de trabajo y la alegría de vivir de todo joven enamorado.

 

“Muchos dirían, que fue tan enamorado de la hembra, de los animales, del trabajo, de la política y de la vida en sí, que lo estaba también de sí mismo, ya que sus coplas siempre llevaban su yo, como punto de referencia. Aquí algunas:

 

“Mi caballo Nube Negra

Vamo pá Guayacaná

Que me espera mi muchacha

Atrá  de la palizá.

 

“Yo soy pobre é  la sabana

Nadie me pone la silla

“Corcobiando” o “columpiando”

Soy como me da la gana.

 

“De reconocida militancia en el Partido Bolo, su figura emerge entre las humaredas de la pólvora quemada en las luchas intestinas, dejando al descubierto su vocación política, cuyos quehaceres le hicieron acreedor al título de General, honor que era usual conceder a los hombres que se distinguían en las revueltas, así como también, de un episodio surgido dentro de estos menesteres, recibió el apoyo de Carnavá, nombre que él aceptaba complacido cuando decía:

 

“Yo ante era Luca Merón

Ahora soy Carnavá

General por la mañana

De noche y de madrugá.

 

“Pero la perfidia asechaba y envuelve a este hombre excepcional en un negro manto de acusaciones. Las Autoridades de Barahona mediante un ardid le hicieron prisionero y después de interrogarlo en Neyba, resolvieron trasladarlo a la sede de la provincia.

 

“Tomaron el camino de Rincón (hoy Cabral), tal vez porque el motivo por el cual se hizo allí una escala, escala que seria el final de su trayectoria política y seria el final también de su trayectoria existencial.

 

“Comprendiendo éste que se encontraba envuelto en los crespones de la muerte, exclamó:

 

“Yo soy hombre entre los hombres

Yo soy macho entre los machos

Merón siempre me decía

Que yo nunca fui muchacho.

 

Luego, cuando un adiós de eterna despedida a la mujer de sus amores canta:

 

Lo único que yo siento

es que Pancha tá “embarazá”

Pero si pare varón

Que le ponga Carnavá.

 

“Carnavá será siempre para la posteridad, arquetipo de la nobleza y de la hombría.

 

“Este hecho lamentable, sembró la consternación desde Cabral hasta Las Lajas, pero esto no impidió que el cantor, cuyo arte siempre estaba presto, compusiera la mangulina, que arrancado de tan doloroso suceso decía así:

 

“Yo no fui que lo matee

ni que lo mandé a matá

De esa muerte solo saben

Bartolico y Nincolá

 

Bartolo Feliz –termina la cita de la historiadora Vásquez de Díaz,- apodado Bartolico, era el Comandante de Armas de Neyba en aquella ocasión” (obra citada, paginas 247, 248 y 249, editora Alfa y Omega, República Dominicana, 1997, primera edición).

 

El historiador barahonero don Matías Ramírez Suero, en su obra titulada Fundación de Barahona (primera edición), nos se refiere al general Lucas Evangelista de Sena, como parte sustancial del subtitulo: Nuevo Gobernador de Barahona, en lo siguientes términos:

 

“El Presidente Morales nombra ahora como gobernador de Barahona al general José Feliz, nativo de Rincón. Este general estaba antes como comandante de la plaza de Guerra.

 

“Tan pronto llegó a Barahona procedió a perseguir a los elementos que eran bolos. Al saber que en Neiba había uno muy valiente y peligroso, según decían, hasta allí se fue el gobernador Feliz.

 

“Ahí estaba Lucas de Zena, dedicado sólo a su agricultura, en el lugar de Guayabal. El gobernador llegó al Guayabal y trató con De Zena que debería cooperar con el gobierno porque él era necesario. Lucas de Zena entonces accedió a acompañar hasta Barahona al gobernador y éste le rogó que pasaran por el pueblo de Rincón para comerse allí un sancocho que le estaban haciendo.

 

“El gobernador le ofreció a De Zena la comandancia de armas de Neiba. Tal cosa la creyó De Zena y por eso accedió a llegar con Feliz a Barahona. Como Lucas de Zena era un gran músico del pueblo de Barbacoa (Jaragua), llevó consigo su acordeón.

 

“Salen para Barahona Feliz, De Zena y sus acompañantes. Todos estaban de parte del gobernador, sus ayudantes y guardaespaldas. En ese camino venia De Zena tocando una mangulina, pieza nacida en ese lugar, según sabemos, pues ya desde los tiempos de los indígenas se tocaba por allí al son de los instrumentos de entonces, debajo de matas de mangos, esa fue la causa de llamarse así esa pieza musical.

 

“Llegan allá a la casa del general Nicolás Cabulla, donde se estaba haciendo el sancocho. Y cuando se iba a servir, llega una patrulla bien nutrida y armada y hacen presos a todos los que allí estaban. Después de requisados a todos, sólo dejan preso a Lucas de Zena, o Lucas Merón, lo engrillan y le ponen esposas. Parte para Barahona el gobernador y deja sus órdenes. Deja en manos de sus enemigos a Lucas de Zena, que eran Nicolás Cabulla y Bartolico Feliz, y como iban a fusilarlo, De Zena quiso morir al son de su mangulina y les pidió a sus ajusticiadores que le dejaran sus manos libres, para ir tocando sus mangulinas.

 

“los rincones, quizás para más divertirse, accedieron a su petición. Por las calles del Rincón paseaban a De Zena, cantando sus mangulinas. Todo eso era una escena conmovedora. As cantaba Lucas Merón o De Zena:

 

“YA ME VAN A FUSILAR

 

“Por las calles le paseaban

tocando su acordeón

y De Zena allí cantaba

¿Aquí va Lucas Merón!

 

“Me pasean por el lugar

esta gente de Rincón

y me van a fusilar

después de una gran traición.

 

“I me matan por ser bolo

ese traicionero gobernador

pero les digo aquí a todos

que no cambio mi opinión.

 

“Que al que le llega la hora

como a mi me llegó

lo que debe hacer ahora

es, encomendarse a Dios.

 

“Me hacen una gran traición

para entregarme al enemigo

ese vil Feliz, el gobernador,

que me trajo aquí consigo.

 

“Para matarme en el Rincón

mediante esa cruel traición

y lo que hacen sin razón,

cantaba así Lucas Merón.

 

“Son así esos rabueses

traicioneros y cobardes,

el gobernador me conduce

para en el Rincón matarme.

 

 

Díganmele a mi Pancha Pérez

que si pare hijo varón

que a ese niño le pusiera

así, Luquitas Merón.

 

“Y no vayan a pensar

algo después sin razón

que fueron Bartolico y Feliz

que me han hecho esta traición.

 

“Y fusilan a Carnavá

en el pueblo del Rincón

lo proceden allí a enterrá

después de esta traición.

 

Son evidentes las diferencias de matices que existen entre los historiadores regionales precedentemente citados, respecto al general Lucas Evangelista de Sena. Dejamos al receptor elaborar su propio juicio inmediato, por ahora. Al final, hacemos algunas observaciones. Dada la escasez de información precisa sobre muchos aspectos de la historia de nuestros pueblos, la imaginación popular ha ido llenando los vacíos de la memoria. Empero, el historiador L. Padilla D´ Onís, en su conocida obra Episodios Nacionales, respecto de la personalidad histórica del general Lucas Evangelista de Sena, nos cuenta que otra fue la forma de su captura aunque al través de los mismos personeros, y en quienes confió porque el gobierno de Morales fue producto precisamente de la revoluciones unionistas llevada a cabo por bolos y coludos contra Wos y Gil, pero las cosas dieron un nuevo giro, y Padilla D´ Onís nos cuenta el siguiente episodio de nuestra historia nacional:

 

“A principio de siglo Lucas Sena en Neyba había cometido sus desmanes con la anuencia de ciertas personas del poblado, y muchos le tenían miedo; nadie hablaba, y el Gobernador Cabulla no había sido capaz de imponer la autoridad constitucional en aquella anarquizada común, pero molesto pensaba tomar sangrienta venganza con él cuando volviera allí.

 

“Mas, los días pasaban rápidos e inalterables, y la venganza prometida iba cayendo en el olvido, al extremo que, de no haber ocurrido algo imprevisto, quizás si nunca se hubiera realizado.

 

“Lo sucedido fue que el Gobierno resolvió restablecer la normalidad en aquellas comarcas y designó Gobernador Provincial al General José Indalecio Amador, quien se presentó inesperadamente en la ciudad y requirió de Cabulla la entrega inmediata del mando, a cuyo pedido se negó Cabulla pretextando lo ocurrido en Tierra Nueva, y que no entregará hasta no dejar debidamente sancionado ese crimen. Amador le urgió la entrega bajo palabra de caballero de que pondría en sus manos a Lucas atado de pies y manos para que hiciese con él lo que quisiera.

 

“En posesión de la Gobernación, Amador tres días después se encaminaba a Neyba para cumplir su palabra empeñada, acompañado de su Estado Mayor. De paso por Cabral hizo reunir a la caballería rinconera al frente de la cual se puso al propio Cabulla. Esta caballería quedó de reten en el Puente de Las Marías, unos dos kilómetros del pueblo.

 

“Al llegar Amador a Neyba destituyó al Comandante Bartolico Félix, quien fue requerido de abandonar enseguida el pueblo, y despachó un correo a Barbacoas participándole a Lucas que el Gobierno quería cambiar todo el tren gubernativo en la Provincia y lo había nombrado Comandante de Armas, que le rogaba darle las gracias al Presidente Morales por tan acertada disposición, y, deseaba, además, que no dejase de aprovechar que él estaba en Neyba para tomar enseguida posesión del cargo.

 

“Algo esquivo Lucas, se informó del número de personas que acompañaban al nuevo gobernador y al saber que no eran más que doce, partió para Neyba escoltado por cincuenta jinetes.

 

“Amador lo recibió jubilosamente y tras un afectuoso abrazo pregunto al presunto Comandante acerca del número de jinetes que habían llegado con él, entregándole cien pesos para que se los distribuyera y obsequiándolo a él con otros cien. No conforme con todo esto mandó situar en una casa bastante apartada de la Comandancia una barrica de ron y sendos paquetes de tabacos a disposición de los barbacoeros, que no se hicieron de rogar mucho, abusando tanto del licor, que fueron contados los que a las dos horas no estuvieran completamente ebrios.

 

“Luego invitó a Lucas a que comiese junto con él y su Estado Mayor para solemnizar su toma de posesión. Al final de esta cordialísima comida dos oficiales apuntaron con los cañones a las sienes de Lucas requiriéndole su rendición. La comedia se había vuelvo tragedia, y desarmado y bien seguro se le internó en el calabozo de al Comandancia, disparándose enseguida un montante que era la señal convenida con la caballería de Cabral, que a los pocos minutos entraba en el pueblo a todo galope.

 

“Solemnemente Amador le hizo entrega a Cabulla, del prisionero y partieron todos inmediatamente para Cabral, para evitar posibles contingencias.

 

“Justo es consignar que en ningún momento de su accidentada vida desmintió Lucas de Sena, su valor y su coraje. Durante el trayecto iba cantando alegremente e improvisó muchos versos satíricos fustigando la alevosía de quienes lo habían engañado tan míseramente, a él, que jamás engañó a nadie.

 

“Momentos antes de la ejecución y aludiendo a los medios con que le hicieron preso apostrofó a los rinconeros con estas palabras: Yo soy y he sido siempre un hombre superior a todos ustedes, porque di siempre oportunidad al contrario para batirse de hombre a hombre conmigo. Seré todo lo que se quiera, pero nunca hubiese traicionado al hombre que hubiese sentado a la mesa conmigo y le brindara mi comida llamándolo mi amigo.

 

“Interrumpido por varias voces que le gritaban “cállate, asesino”. Les contestó: “Así son ustedes, cobardes y falderos, en la cintura, me saludarían sombrero en manos y me dirían caballero”.

 

“Murió como un estoico y él mismo ordenó el fuego al pelotón que debía victimarlo, con una presencia de animo admirable y sin permitir ni que lo vendaran ni que lo colocasen de espaldas, porque él “siempre había sabido mirar la muerte de frente”.

 

 

“Tal fue Lucas de Sena, el valiente neibero al que se le han atribuido tanta romántica leyenda y alguna que otra espeluznante patraña”.

 

En efecto, hemos visto la razón por la cual la novela Carnavá, no obstante ser un logro como esencia poética, en cambio se aparta esencialmente del hecho histórico, de la autenticidad del dato novelado. En cierta ocasión interrogué al autor de Carnavá en torno a este asunto, y me contestó que su intención fue hacer de Carnavá un poema en prosa, no una novela histórica. Ello tiene dos implicaciones: o el autor distorsionó la historia de Lucas Evangelista de Sena, o no la investigó suficientemente y se llevó sólo de la imaginación, o de lo que le contaba don Payón Sena, su barbero perpetuo, y que fue la persona que siempre estuvo ahí, para contarle las cosas de los de Sena. Entonces la novela Carnavá es, en esencia, lo que su autor plasmó y no modificó nunca, a pesar de las críticas constantes. En segundo lugar, la teoría del lenguaje profesado por Hernández Acosta, como parte de la Generación del 48. De la relectura de la novela Carnavá nos queda, desde luego, un Lucas Merongo inmortalizado como poema en prosa, y es lo que importó a su creador. La autenticidad del personaje quedará diseminada y sólo el genio sureño podrá tocar en sueños a uno de sus hijos y devolverle al general Lucas Evangelista de Sena, eso que dijera la profesora Elixiva María Vásquez de Díaz, en Antiguayas de Neyba, en el sentido de que “Carnavá será siempre para la posteridad, arquetipo de la nobleza y de la hombría”.

 

La novela Pablo Mamá, de Freddy Prestol Castillo, es un logro no sólo como esencia poética, sino también como esencia histórica. A mí humilde entender, esos defectos técnicos en Carnavá  se debieron fundamentalmente a dos hechos incontestables: en primer lugar, a la intención de Ángel A. Hernández Acosta de crear como personaje alterno a Carnavá, al hombre fuerte del Presidente Lilís en Neiba, el Totoño. Quien presencia a José Antonio Acosta (el Totoño) por carta de puño y letra, dirigida al Presidente Lilís, es su entonces Comandante de Armas en Neiba, el general Eduardo Leyba Reyes, quien era entonces el esposo de Rafael Acosta Vargas, hermana de el Totoño. El autor introduje su propia biografía, pues José Antonio Acosta (el Totoño) era tío de Luciana Acosta Vargas, la madre de Ángel Atila Hernández Acosta, sino que también lo compromete con el destino final de Lucas Carnavá, pues el Totoño era de los remanentes del lilisismo que pasaron al bando de Woss y Gil, y luego se unieron a los horacistas  o “coludos” contra los “bolos”, como era natural. Siendo Lucas Carnavá de un tronco “bolo”, y se deja fusilar por no cambiar de opinión, se presume que fue de los pocos dominicanos preclaros en aquellos tiempos, y que sigue siendo, más aun hoy cuando se ha hecho del clientelismo político una regla electorera cada cuatro años, permanece siendo arquetipo de la noble y de la hombría. De sus virtudes, de su firmeza política, surge el impacto que su leyenda ha impactado en la imaginación de las generaciones sureñas de todos los tiempos. Era pues un hombre de mucha firmeza en sus convicciones partidarista y era, por tanto, fiel hasta morir al partido bolo. Su tragedia, empero, tuvo otro ingrediente que Hernández Acosta no toma en cuenta: Bartolo Félix, desde siempre quiso a Pancha Pérez, con el apoyo de la madre de ésta, doña Francisca (doña Cucha) Matos, como esposa. Este es el centro emocional de la tragedia. Pero, desde niña, Francisca Pérez Matos, amaba a Lucas Merongo. Este ingrediente pasional, unido al fenómeno político, origina la desgracia de Lucas Carnavá. Desde luego, el gobierno de Morales Languasco había sido producto del triunfo de la revolución unionista contra el general Woss y Gil, lo que implicaba que al ser designado como Comandante de Armas de la común de Neiba, para Lucas Carnavá ello no podría ser, lógicamente, motivo de una tramoya, a causa de viejas rencillas que se suponían curadas por el furor de la revolución unionista. No obstante la diferencia de matices, a diferencia de Hernández Acosta en su novela Carnavá, todos los autores consultados concuerdan en que Lucas Merongo aceptó asumir la Comandancia de Armas de Neiba, pues era político y los politos lo que buscan es el poder, pero también era el dominicano que en tiempos de paz volvía a labrar la tierra pacíficamente, hasta que la Patria de Duarte lo requiriera de nuevo. Además, un antepasado de Lucas Evangelista de Sena, con el mismo nombre, había estado involucrado durante el proceso de independencia. Su familia era un tronco desde siempre liberal; Duartista. Al igual que el general Pablo Ramírez  en Cambronal, hoy Galván, el miedo a un hombre de la talla moral y del grado de temeridad que despertó Lucas Carnavá con esa imagen de hombre recto, de una sola palabra, de madera de guayacán, era un peligro y esa fue la causa que llevó a los envidiosos del patio a fusilarlo conforme lo había ordenado por decreto el presidente Morales Languasco, haciendo uso de todas las artimañas posibles.

 

De las lecturas personales que he hecho de textos literarios de la Generación del 48, he percibido que profesaban una especie de retórica que incluía seguir texto de otros autores extranjeros en boga y lograban así  el mismo clima poético del genio que imitaban. Así, por ejemplo, en Pedro Mir, vemos como se acerca y se aleja de Federico García Lorca, como se aproxima y se contrapone al mismo tiempo tanto a Pablo Neruda, como a Wat Witman. De ahí que a parte de las contradicciones de tipo técnicos en la construcción de la novela Carnavá y que han advertidos intelectuales y críticos profundos en la materia como Andrés L. Mateo, y a parte de la falta de cierta autenticidad en el hecho histórico fundamental narrado, que es la tragedia de Lucas Carnavá, hay otras contradicciones que desperfilan al personaje en cuanto tal. Si bien Lucas Carnavá es definido por el narrador Ángel A. Hernández Acosta como un héroe que era “Era como el rocío para un beso en la mejilla, y para un acto de hombría, era como el fuego”, o que “Era como algodón pero cuando se comprometía era guayacán”, se produce un desnivel cuando le propinó un pescozón a un  niño llamado Yistén  que fue a contarle el pleito que entre Viejo el mocho, y Che Blanco, acababa de ocurrir en el Córvano Jachao, sito ubicado entre El Estero de Neiba y Las Barbacoas. Molesto, el cura del lugar corrige al general Carnavá, y éste le pide perdón a Yistén y el cura lo santifica por esa elevación de espíritu. 

 

Remarca uno de los personajes segundarios de la novela, diciendo: “El general enfureció, le dio una galleta a Yistén, diciéndole: “tú no sirves ni para dar aviso”, y a nosotros: “¿carajo!”, cuidado quien se mueve, voy sólo porque tengo que acomodar a Viejo, el mocho, para pagarle la mala costada de su hijo. Si me siguen, me devuelvo, y ninguno de ustedes es, el mocho”, y cuando iba a salir el cura se le interpuso, recordándole que la Biblia dice: “No matarás”; y el general: ¡¿y los que en la comandancia matan hombres amarrados?”, y escura: “por eso los ha derrotado el pueblo con la Divina Providencia de Dios”, y el general: “¿y los que mataron a Jesucristo?”, y el cura: “ya ustedes saben quienes son y como andan”.

 

Otra evidente contradicción es la siguiente expresión: “Así lo hice, y los encontré hablando de revoluciones con Totoño, y Totoño decía que él había peleado en Cambronal, y que cuando le tiraron a Pablo Mamá en “Las Marías” él lo vio caer como si a la mula se le hubiera zafado a la carga, y que nomás decía: “que que que no han hecho ná, que que que no han hecho ná”. 

 

¿De dónde le vino al gaguera al general Pablo Ramírez, el héroe de Cambronal? ¿De la gaguera del autor de la novela Carnavá?   No sabemos, pero si creemos que el autor de la novela Carnavá debió también ahondar en dos aspectos fundamentales: primero, cuando el cura está hablando con el general Carnavá y viene “Yistén, un negrito que yo conocía porque nunca faltó en parrandas y tertulias por aquello de “cómprate y cógete el menudo”, “y el cura” había dicho al general: “y a usted, Carnavá, le aconsejo se cuide, le están acusando de la muerte del interventor de aduanas”; y el general: “¿cómo?”, pero son simples referencias que no cobran vida propia dentro de la novela, imprimiéndole defectos técnicos, pues allí, en esa conversación fugaz, está la novela de Lucas Merongo, pues por ese hecho es que es fusilado y había, desde luego, que narrar todo lo sucedido, a fin de que el lectura pudiera evidenciar por sí mismo si el general Lucas Evangelista, como testigo de los propios hechos de los cuales era acusado, decía la verdad en su copla donde cantando decía que eso fue obra de Bartolico y Nicolás, lo cual no deja de ser un simple alegato, sin la ayuda de la historia. Y así la obra cobra intensidad, al mismo tiempo que pierde extensión. El tema no se agota. Ni el lector inteligente queda satisfecho. ¿Quién era ese cura, cómo se llamaba? La obra no se lo dice. Lo grande el caso es que cuando el narrador de Carnavá cuenta lo siguiente:

 

“Pero cuando el general cantoo: “Luís Liquí  me tuvo a mi, de cerro en cerro no má, ahora lo tengo yo brincando caño y cañá “, algunos bajaron las manos, y sólo volvieron a levantarlas cuando Carnavá dijo que no, que eran cosas de generales, que Luís Liquí y él eran amigos, aunque uno fuera bolo y otro colú, y que si una noche se armó un tiroteo allá en “El Memizo”, fue porque Luís Liquí, siendo comandante, lo mantuvo brincando de cerro en cerro como chivo cimarrón”.   Entonces el lector vuelve a preguntarse: ¿y quién era Luís Liquí?

 

El general Pablo (Mamá) Ramírez era el cacique de Cambronal y Luís (Liquí) Pérez Florián era uno de los dueños de Neiba. Su secretario personal era Paulino (Gurruñin) Vásquez. Ambos habían sido sometidos a un juicio criminal a comienzos de siglo por una masacre que perpetraron en  la común de Neiba, y cuyo expediente fue archivado por decreto presidencial del dieciocho de julio de mil novecientos tres. De suerte que José Antonio Acosta (el Totoño) venía a ser como el contacto entre esos hombres y el presidente Lilís, habiendo sido también Comandante de Armas de Neiba, luego del asesinado del general Pablo Ramírez y del hermano de éste, tal como se cuenta en la novela de Freddy Prestol Castillo, titulada Pablo Mamá. Entre las muchas mujeres que se enamoraron del general Carnavá, parecer  ser que Silvana Acosta, hija del comandante el Totoño, era primordial, de ahí que fuera la única persona que quiso salvar a Lucas Merongo, cuando fue capturado por el general Amador Feliz y su Estado Mayor y la caballería rinconera acantonada en la cabeza de aguas de Las Marías. Silvana tenía entonces un cantón de hombres que le obedecían ciegamente, y con ese donde de mando le dijo al general Carnavá: “Te vas al monto ahora mismo. Lo coges como un consejo o lo coges como una orden”. Pero ella está aconsejando a un hombre que siempre había mirado la muerte de frente, y ya, si miraba sus pies y no veía su propia sombra a pesar de la luz solar, era, lejos de la casa materna, un caso perdido como quiera.

 

En fin, hermosa es la leyenda histórica del general Lucas Evangelista de Sena. Carnavá es un logro como esencia histórica. Es imposible entonces que la autenticidad del hecho pueda trascender ante un poema en prosa como la novela Carnavá, si el logro de las la esencia poética no apareja el cómputo fidedigno del hecho histórico. Si bien la autenticidad es parte esencial de los méritos de todo buen arte, sobre todo entre los escritores de la Generación del 48, para quienes, con toda su retórica, el compromiso con la palabra fue siempre un compromiso con la verdad.

 

Así, pues, saben ustedes por qué mi novela La fiesta de Lucas Cajnavá ha venido a llenar un vacío, ha venido a aportar el capítulo final de la verdadera muerte de Lucas Evangelista de Sena, a fin de que los lectores puedan tener en el futuro no sólo un doble disfrute: poesía e historia en una misma narración.

 

Es bella la frase que define a Lucas Evangelista de Sena, diciendo que: “Era como el roció para un beso en la mejilla, y para un acto de hombría era como el fuego”. Esta es empero una frase construida a partir de esta estrofa de Federico García Lorca:

 

¡Qué gran torero en la plaza!

¡Qué buen serrano en la sierra!

¡Qué duro con las espigas!

¡Qué tierno con el rocío!

¡Qué deslumbrante en la feria!

¡Qué tremendo con las últimas

banderitas de tinieblas!

 

Otra vez es la noche, desde luego, es un verso de Antonio Machado que sirve a Ángel Atila Hernández Acosta, para titular su libro de cuentos: Otra vez la noche. Ahora estamos hablando de influencias. Que son muchas, desde Franklin Mieses Burgos como poeta hasta Néstor Caro como cuentista.

 

Al escribir la novela La fiesta de Lucas Cajnavá, no sólo estaba en el deber de perfilar en la primera frase una definición totalizadora del personaje, cuando arranca afirmando que “¡Sí!; el general de generales, sí, Lucas Evangelista de Sena, no fue sino una de las tantas victimas irreparables de nuestras revueltas intestinas”, sino no que también debía darle a la obra un clima poético aceptable, y es cuando logro la construcción de frases propias del lar sureño, lejos de influencias foráneas, como esta que no sólo lo define nuevamente con toda su nobleza y hombría diciendo que toda la vida de Lucas Cajnavá fue como paja flotando entre las lágrimas de un ojo, sino también cuando lo define camino al escenario donde se produjo su captura, en los términos en la página  47:

 

“Sesenta eran los hombres que iban tejiendo cabriolas al paso de los caballos revolucionarios. Iban como San Juan a finales de julio. A la cabeza de aquellos hombres armados de revólveres y carabinas, como chivos a un corral sin empalizadas, iba el general Lucas Cajnavá, ¡sí!, el general Lucas Cajnavá.  El canto de los pájaros era escaso. Pero las tórtolas tristes, junto a las ciguas de palmas reales y a los rolones y palometas que alzaban vuelo al paso de la recua, transmitían a los hombres el misterio de la naturaleza. El pájaro del monte que se comparaba con un ruiseñor de cancionando en primavera, era el juglar maravilloso, Lucas Evangelista de Sena; pero ya era un ruiseñor de otoño, sin verdores en el alma y no era lo mismo ni era igual a otrora carnavales; y su canto de luz era, por tanto, ¡mira!, un canto de sombras de cosas:

 

Yo no fui quien lo mató,

Ni quien lo mandó a matar.

Los culpables de esa muerte

Fueron Bartolico y Nicolás.

 

 

Abraham Méndez Vargas, narrador y poeta dominicano, Presidente del Grupo de Escritores y Poetas Informalistas de Barahona.

 

 

 

 

 

FILOS DE LATA en COLOMBIA/ Por; RUBEN GOMEZ en velasalviento

Filos de lata en Colombia‏

 

…El sobre es azul y tiene círculos amarillos (mi color preferido). Viene de Argentina por medio del correo oficial del país del sur. En la declaración se describe el contenido: Un libro de regalo. Vivamente emocionado lo abrí. Flotando en el colchón de un material que se utiliza para proteger (me refiero a una espacie de plástico interior) lo encontré. Autora: Mercedes Sáenz. Título: Filos de lata. En la solapa la fotografía de la escritora: Rubia, ojos enormes, recostada en el pasto. El aroma de la tinta en cada una de las hojas me hizo sonreír. Y en la primera página una dedicatoria: "Carlos Eduardo: con todo cariño de este afecto virtual. Tal vez un día nos conozcamos. Un abrazo, Mercedes Sáenz. Noviembre de 2008". Y de esa forma el milagro de la vida y de la esperanza llegó a Colombia. Hoy tengo la certeza de que el arte es el único capaz de transformar la realidad. Entonces decidí escribir de nuevo, llenar poco a poco los espacios que abandoné semanas atrás. Porque, entre otras razones, la existencia es una sola y hay que aprovecharla. Quién sabe, a lo mejor somos protagonistas de un sueño colectivo que se convirtió en cuento interminable.


Sería muy atrevido de mi parte entrar ahora a reseñar un libro. Jamás lo he hecho. Tampoco soy crítico literario. Simplemente disfruto y, sobre todo, admiro al ser humano que desnuda su alma a partir de la palabra. Permítanme entonces compartir con ustedes brevemente- en los siguientes párrafos de la obra- una parte del tesoro que hallé al principio o al final de este arco iris.


"La niña, en el fondo de su corazón, siempre quiso ser india. Ni reina ni princesa. No madre de miles de hijos. No soñaba con ser sabia ni sobresaliente. Sólo quería ser animal silvestre, mezclarse entre las ovejas y las cabras, hablar con los caballos sin que nadie la escuchara. Tener un perro. Pero el mundo era otro y los juegos convencionales entretenían un rato. Le gustaba más tirarse sobre las piedras a mirar el cielo. La niña empezó a quedarse sola, no por falta de cuidados, ni de amor de los buenos, sino porque no entendía los códigos de su entorno…"


En el anterior fragmento (que pertenece al primer capítulo del libro: "Carta de una mujer imaginera aun amigo imaginario") y de esa incomodidad e incomprensión del entorno que la rodea, nace la escritora. Si todo fuera así y no hubiera más remedio ¿qué sentido tendría imaginar la vida de otra manera? Entre la realidad y la fantasía hay un puente que nos lleva de un lado al otro. Feliz aquel que dibuja pacientemente su universo y es capaz de atravesar las fronteras trazadas por la cultura, la educación y la familia. Hay que ir por el mundo con la mirada atenta. Solamente así es posible descubrir la grandeza de las pequeñas cosas. Libro casi autobiográfico que recrea el paso del campo a la ciudad y sus inevitables contrastes: "La casa era chiquita y no digo pequeña. Sin gas natural, ni luz eléctrica y una cocina a leña de donde salían las tortas de cumpleaños que, tiempo después en Buenos Aires, supe que eran las más torcidas del mundo" (Capítulo No potrillo pampa. Texto: Te cambio la figurita, ¿querés?)Familia numerosa. Madre amiga. Padre escritor. Hermanas y hermanos que llegaron a este planeta en intervalos cortos de tiempo. Lenguaje en el que saltan como fueguitos juguetones las rimas:


"Perdone amigo si mucho le escribo con doble "a", pero en ésta la rima es la letra que acompaña. Al que es del campo y le cuesta escribir, a veces la letra le sale como una copla, ¿vio? Se ayuda al sonido y la memoria se va viniendo solita" (Carta de una mujer imaginera a un amigo imaginario). Luego un telar en el que la autora teje una manta de hilitos multicolores y, para ello, se vale de textos cortos que conforman los capítulos. En ellos el compromiso social, siempre presente en la imagen del indio, el campesino y la naturaleza:


"Refugios de madera. Instante en que lo ajeno a la selva se detiene. Pequeñas ciudades de niños indios con enormes canastos a cuestas. Suben con cierta dificultad…" (No potrillo pampa. Texto: Pequeños escapularios). Más adelante ojos, miradas, frases que buscan descifrar las sombras que distorsiona y proyecta la luz de la luna en la penumbra:


"El jardín dormía el pasto blanco de frío. Especula la luz como un viejo trapo sacando lustres apenas por arriba. Hace rato las paredes de la casa hicieron silencio para las hormigas mientras crece verde entre baldosas…" (Texto Siete ojos en la luna. Capítulo del mismo nombre) Enseguida son diferentes mujeres las que emergen de la oscuridad y, envueltas en el traje de lo cotidiano, nos enseñan cómo usan su sexto sentido:


"Esa mujer no debe llamarse Paulina. El pelo que se veía era lindo. El común de las mujeres lindas no tiene lindo pelo. No Paulina, sí…" (Capítulo: Esa mujer no. Texto: No Paulina). Finalmente la adolescencia, la memoria, los recuerdos, la soledad, el miedo, la claridad del amanecer. En síntesis una melodía que parece una improvisación de música latinoamericana, jazz y miles de sinfonías:


"Sonaron acordes de guitarra como los de Eric Clapton y los dedos de Joaquín subían y bajaban a una velocidad inusitada, casi furiosa. Se detenían de pronto en algún punteo de armonía perfecto" (Ese chabón escupiendo conejitos. Texto con el mismo nombre del capítulo).


Termino aquí mi intento de reseñar del hermoso libro de Mercedes. Hay tanto aún para decir que ofrezco disculpas por no mostrar un panorama más amplio y exacto de la obra que tengo en mis manos. Quería hacerles partícipes, amigas y amigos, de esta señal inequívoca de que el mundo vale la pena.


Y una feliz coincidencia. Al revisar el nombre de la Editorial tuve la sensación de que el destino confabuló otra vez en mi favor: VELA AL VIENTO, Ediciones patagónicas.

 

MAGIA Y MEA CULPA

 

 

MAGIA Y MEA CULPA

 

 

La verdad es que cuando uno se quema,

mientras se cuece el caldero del cielo

sobre las brazas encendidas del corazón,

uno sacude las manos y hace magia,

pero, si al rebanar un repollo de nostalgias, o al

cortar la carne fresca que recién

hemos traído del mercado del mundo, nos cortamos las uñas con todo y dedo,

entonces solo un dedo sacudimos,

llevándonos a la boca un cielo de sueños,

haciendo con la boca un perfecto mea culpa.

 

Abraham Méndez Vargas.

 

 

Ella soñaba

Ella soñaba dentro de mi sueño.

Era un panal de miel de abejas,

amarillo, fresco, destilando en mis labios, que mordisqueaban la cera que contenía la miel de su espíritu, y, aunque ha despertado, con la primanoche, con la luna en cuarto creciente, yo sigo dormido bajo la luz potente del sol, cubierto por la sombra del gran árbol que creció a nuestra vera, mientras hacíamos el amor. Te amo, le dije a ella, y lo sintió, cercano a su corazón, sintió un bramido de vaca en celo, a pesar de la distancia. ¿Me ama ella, bien lo sé que sí? ¿Aun sueña ella como yo, que el amor es posible aun?

Abraham Mendez Vargas

Barahona, 1o., diciembre,2008.

 

UN PUNTO APARTE

UN PUNTO APARTE

 

De algo tiene uno que morir en la vida. ¿El Sida?, si da que dé.  Esa es la verdad, sí, a opinión de necios, de gente como Sulpicio Vásquez. Después que le dieron de baja en la marina de guerra por mala conducta, Sulpicio Vásquez volvió a casa de su pobre madre, doña Corina Vásquez del Corral. La doña desvive –nadie con razón diría que vive,- con su quinto marido, un Juan de los palotes que un día ganó el premio mayor de la Lotería Nacional, y ella lo quiso en un último intento de ser feliz en este valle de lágrimas que es la vida, porque la puerta y el derecho de una mejor suerte nunca se cierra en el corazón de una mujer. La sufrida madre creyó en vano que sus días sombríos habían terminado, cuando en verdad parecían estar comenzando. Juan Alegría era su marido, su quinto esposo consensual y ya iban por tres muchachos, más los dos varones y cuatro hembras de sus anteriores esposos de hecho, traídos al mundo bajo el estigma de un único sueño: basta que salga uno bueno. Sin embargo, la señora Corina Vásquez del Corral quería que ese fuera Sulpicio. Era su hijo predilecto. Alegría gastó millón y medio en una lujosa jippeta que  utilizó mayormente para montar locas y amigos de tragos que no tardaron en despilfarrar la mayor parte del premio, hasta que un mal día un tal Sombrillita, que era su amigo de infancia y había regresado desde la capital del país después de veinte años de ausencia, se accidentó con la jippeta, la cual quedó vuelta añicos. Los tres cadáveres quedaron irreconocibles, incluso hubo casi hacer esfuerzos increíbles para poder sacar a Sombrillita y a los dos adolescentes que le acompañaban, quedaron completamente aplastados por la carrocería de último modelo. Residían en una casita de madera cuyo solar no costó ni la cuarta parte del dineral invertido en la jippeta, y peor aun, la casita tenía un gravamen hipotecario de primer rango ya vencido y Juan Alegría, en su haraganería absoluta, no parecía preocuparle el asunto. La pobre madre era la única que lloraba en secreto, pero la delataban el negro aro del insomnio alrededor de los ojos aletargados. Ciertamente, no era fácil ella tampoco, había tirado mil brincos en las últimas campanas políticas y finalmente, después de haber planchado algunas sábanas con la espalda, pegó en un empleo de sueldo mínimo, y ahora hijo y padrastro no son más que dos mantenidos gracias a las privaciones de una mujer que no quiere dar un paso más a peor suerte, salvo el del suicidio, y todo el mundo sabe que las mujeres resisten más el stress que los hombre y por eso las mujeres se suicidan menos que los hombres. Después de todo, sus padres murieron ahogados en alta mar, cuando intentaron cruzar el charco del Caribe en yola de remo y motor, y, como eran hijos únicos ya huérfanos, sus primos más bondadosos se encargaron de criarla aunque andando de aquí para allá, hasta que sus buenas piernas, sus nalguitas paraditas como popa de barco y sus pechos de gallina alzada cruzando los aires, le dieron al verano feliz de su primer marido. No tardó en tener otro, y  otro, y otro, y otro más. Sulpicio era Vásquez, como ella, aunque fuesen entonces nadie, eran de buena familia, ¿no? Siendo raso de la marina de guerra, Sulpicio cayó preso, pues se dejó sobornar por unos organizadores de viajes ilegales y tuvo un tiempo de bonanzas, hasta que sus superiores inmediatos investigaron el hecho del enriquecimiento ilógico, luego que una embarcación fuera interceptada rumbo a Puertorro y un tripulante lo denunció. Ahora miren, devuelta a casa, después de haber cumplido los dos años de prisión que le impuso un tribunal militar. Y los puñetazos que suele protagonizar, bajo los efectos del alcohol hasta el grado del puerco, con su padrastro Juan Alegría, también borracho, eran motivos de grandes escándalos que no terminan en masacre gracias a la intervención de la vecindad.

 

Pero de algo tiene uno que morir en la vida, Sulpicio vivía sin pensar que la muerte existe, hasta que un buen día su madre quiso meterlo como obrero en la zona cañera y allí una haitiana de enormes glúteos y pechos poderosos como sus grandes pies descalzos, le pegó el Sida. Era una morena hermosa, de cabellos de alambres de púas, de esas negras de la  boquita estrecha y los dientes de leche, ay mama, y le pegó el Sida. Sabía que el Sida andaba por ahí, ampliando segundo tras segundo una cadena de muertos calientitos, pero era por todos consabido que el dominicano no sabe lo que es una mujer hasta que no se lo pega a una haitiana, ay mama, de esas morenas de boquita estrecha y dientes de lecho, con cocomordan y todo, ay mama. Pero el amor es más fuerte que la muerte, está en una región de la conciencia que es completamente irracional, y solo después de habérselo pegado y sentido esa descarga eléctrica del corazón por todo el torrente sanguíneo, el hombre piensa, ay, Dios, ¿cuidado si tenía el Sida? Nadie piensa en el Sida antes de meter el dedo sin uñas en el hoyito de  flor de aullama con aroma de café con mofando del placer sexual. Luego, cuando son enterados que están contagiados del virus fatal, andan también por ahí, vuelto una máquina asesina, dando el mismo pan que recibieron, ¿no?

 

Cada prima noche, pues, lo primero que hace este muchacho loco de Sulpicio Vásquez, es telefonear a sus amigachos de la infancia, viejos desertores de la secundaria como él, y se ponen bien pepillitos y salen al parque central o se van a cualquier municipio de la provincia de sal, o a los mismos bateyes, a picar muchachitas locas, algunas de las ellas son de papi y mami que llevan una doble vida. Hay casas de amiguitos y amiguitas que son verdaderos sitios de citas amorosas. Generalmente son chicos consentidos, con uno que otro padre fuera del país, que gastan en dólares y tienen buenos vehículos o pasolas. Sulpicio Vásquez sabía entrelazarlo todo. Era el rey de la selva. Con decir que es Vásquez del Corral, ¿no?

 

 

 ¡Pero mi hijo¡ ¿Qué has hecho con tu vida, mi hijo? Yo siempre soñé que fueras un profesional, un hombre de bien, y mira en qué te me has convertido.

 

Yo no te pedí que me traigas al mundo, déjame quieto, mamá.

 

 ¡Ay mi Sulpicio¡ Siempre pensé que tendrías la vida que yo no tuve. ¿No me esforcé lo bastante? Dios sabe que sí. ¡Ay mi hijo¡ ¿Quién me ayudará a levantar y educar tus otros hermanitos y hermanitas? Al menos déjame llevarte mañana temprano al médico, a ver si te receta algo contra esa pulmonía, a ver si se te quita ese catarro amarillo que te ha entrado…

 

Al otro día temprano, sin desayunarse ni tomar café, fueron al médico; éste le indicó varios análisis, incluso de la sangre. Cuando volvieron en la tarde por el resultado, el galeno dijo al joven que esperara en el banquito del pasillo de la clínica y habló claro con la madre del don Juan. Su hijo, señora, tiene Sida. Es una enfermedad nueva, incurable. La mujer sintió que el mundo se acababa. Solo pudo preguntar: ¿Cómo doctor, no me diga eso, doctor? Sulpicio es la niña de mis ojos, doctor. ¿Qué hago yo ahora, doctor? El médico se reclinó hacia atrás, se pasó la mano por el rostro y se sacudió la nariz y dijo a la angustiada mujer: Señora, el Sida es una enfermedad que mata a largo plazo, si su hijo tiene buenas defensa, podría durar cinco, diez o quince años con la enfermedad, como cero positivo HIV. La señora Corina Vásquez del Corral sabía que su vida, desde ese momento había dado un vuelco del carajo, su hijo tiene Sida; su vida quedó divida en un antes y un después del diagnóstico. A partir de entonces su hijo sería ya un punto aparte, socialmente hablando. Lo peor del caso era decírselo a Sulpicio y tratar de conformarlo a su buena suerte, pero el joven nomás atendió a gritar en el pasillo de la clínica: ¿Por qué a mi…?

 

Si antes era una máquina asesina, pegando el Sida sin saberlo, ahora Sulpicio lo hacía a conciencia, mientras iba levantando la lista de un cementerio vivo. Saberse  contagiado del Sida, estar conciente de ello, de que sus días serán más breves que toda otra vida, incluso puede ir contando sus días con los dedos de la mano sin necesitar usar los dedos de los pies, hizo que Sulpicio ni piense en la buena defensa inmunológica que le dio la vida. ¡Que desgracia!  En primer lugar, madre e hijo querían que nadie lo supiera. Pero, al fin y al cabo, los encargados de la salud secretean a los suyos para que se cuiden y se corre la voz. Además, al ver que Sulpicio era una máquina de muerte callejera, la señora Corina Vásquez del Corral, volvió al médico y éste le aconsejó que lo dijera a sus vecinos y que en la iglesia pidiera públicamente la ayuda de Dios en oración… La noticia corrió en alas de palomas. Sulpicio se sintió, de pronto, acorralado. Quiso matarla. Gracias a Dios, Juan Alegría pudo evitarlo, pues sirvió para algo en la vida. Ciertamente, divulgar la verdad tiene un efecto económico provechoso, pues organizaciones no gubernamentales internacionales prestaban ayuda en la lucha contra el Sida a nivel mundial.

 

 ¡Ay mi hijo bello! Me dolió hacerlo. Me duele decir que tienes  Sida. Pero, ay, es la verdad, ¿no?

 

Desgraciada. Ya no eres mi madre… Desgraciada, ¿qué Sida del diablo?

 

Perdóname, hijo mío, perdóname. No tuve otra alternativa. Pero es la verdad, y siempre estaré a tu lado, para cuidarte, hasta el último suspiro. Eres hijo del amor de mi  vida. Naciste cuando yo era una adolescente llena de ilusiones, hijo mío.

 

El dolor de la pobre madre fue mayor cuando Sulpicio Vásquez dormía y lo escuchó hablando solo, diciendo: El Sida. Madre, el Sida. ¿Y por qué a mi, madre, por qué? Pensó la madre, al oírlo de madrugada: Dios sabe cuando come. Confórmate, mi hijo. Era el amor de su vida.

 

Dios, ¿por qué a mi, Dios, por qué? En resumidas cuentas, los mismos trabajadores de salud extienden a sus parientes más cercanos y a amigos íntimos sus secretos profesionales, para que se cuiden, pues el Sida no se ve en la cara, ¿no? Y la voz de alarma recorre el pueblo como en alas de palomas. Sulpicio Vásquez del Corral tiene Sida. Escondido en sí mismo como agua entre los dedos. Corre la voz. Corre el enfermo, de pueblo en pueblo. Y sus mejores amigos en todas partes le sacan el cuerpo. Solo los extraños lo aceptan hasta que saben la verdad. Dios, ¿por qué a mi, Dios, por qué? La sensación y el dolor de un muerto en vida lo acompañaban por todas partes, como una sábana de desgracia. Dios, ¿por qué a mi, Dios, por qué?

 

Y tuvo que irse de Tierra del Fuego, luego tuvo que volver y volvió a irse una y otra vez, porque las aves migratorias llevaban la noticia a todas partes. Sulpicio tiene Sida. Dios. Sulpicio sabía que uno muere el día que deja de existir, cuando el aliento de vida desparece del cuerpo, pero él había nacido muerto, pues había nacido y crecido sin padre en el mundo. Nunca comprendió por qué era el hijo del gran amor de su madre, cuando nunca conoció a su padre, además de que un amor tan breve, una aventura tan loca no podía ser tan eterna. Pero dice Aristóteles que a nadie se le puede impedir vivir en la ciudad donde nació, y Sulpicio regresó a casa de su madre por última vez. Se veía deprimido, desgarrado, flaco, todo un tremendo saco de hueso, pues para sobrevivir había tenido que mendigar por el mundo entero. Obrando con justicia, como esa enfermedad no se pega en un saludo, ni con nada que no incluya intercambio de fluidos provinieres de los órganos sexuales del hombre o de la mujer o de cualquier otra animal contagiado con la mortal pandemia, la pobre madre decidió acoger al hijo enfermo, pero primero decidió darle una orientación a sus otros hijos, quienes desde siempre estuvieron renuentes a convivir con el hermano enfermo, tanto por miedo a la enfermedad como al qué dirán los vecinos, ¿no?

 

Sulpicio del diablo, por ti nos vamos a morir todos del Sida, Sulpicio del diablo.

 

No mis hijitos, cada quién dormirá en su cama, sí.

 

¿Y las picaduras de los mosquitos, madre, que transmiten paludismo, malaria, y matan más gente al  año en el mundo que todo el resto del reino animal, madre. ¿eh?... ¡Que se vaya al diablo, madre!

 

Era, en verdad, un punto aparte. La solución fue simple, Sulpicio Vásquez dormiría en el patio, en un colchón con su mosquitero…  Pero qué va, de madrugada lo acostaba en la sala de la casa, mientras sus otros hijos roncaban como unos chonchitos. Después de todo, entre los trastornos del Sida, estaba el insomnio, los temblores repentinos, el deseo de andar por ahí pegándoselo a cualquier tonto, macho o hembra, de aquellos con uno o dos aritos en las orejas, ¿no?, y a todo el que de pendejo era heterosexual o no. Era algo así como la rabia del sexo. Sus hermanos y hermanitas no eran tontos. Sabían que Sulpicio dormía en la casa, pero, a la larga, a pesar de la frialdad, como su madre lo amaba más que al resto de los hijos, diríase que con un afecto suprairracinal, más ahora en que el hijo malo y más amado estaba cogido por una enfermedad incurable que mataba dos veces: tanto el especto moral como el físico del ser humano, todos irían sufriendo el aislamiento social.

 

Madre, yo soy la segunda en esta casa, ¿no?

 

Si, Bertica. Dime.

 

Quiero cocinar la comida de mis hermanos. Usted seguirá cocinando para Sulpicio y para papá Juan, ¿si?

 

La madre jamás aceptó esa discriminación del resto de sus hijos, pero peor era verlos morir de hambre, y aceptó el reto de Bertica. Y es que, sin ser un punto aparte aun Bertica había perdido ya a su novio, a causa del qué dirán de la gente, ¿no?  Sus amistades escolares, así como algunas vecinas, se aislaron de ellas y del resto de sus hermanitos. Entonces la buena madre, aunque no estaba de acuerdo, cedió con gusto la petición de la adolescente. Gracias a Dios, Sulpicio abandonó la comunidad nativa y se fue a Tierra del Fuego, de ahí pasó más al oeste, hasta que un día cualquiera se estableció en la misma guardarraya fronteriza. Alguien que lo vio por ahí vino y dijo que le iba de maravilla, echo todo un gigoló.

 

Entonces la mala noticia llegó de Jimaní todo el mundo sabía que Sulpicio Vásquez tenía Sida, como muchos otros que no se atreven a reconocerlo en público, pero lo que nadie sabía era que Sulpicio se había ido a vivir a la tierra del Sida: Haití. Vivía encuevado, viajando de Pueblo Viejo a Fond Parisien, contrabandeando cosas. Su condición de exmilitar lo favoreció mucho. A veces enviaba cajas de ropas de pulgas, latas de aceite que su madre solía vender inclusive, enviaba zapatos a sus hermanitos y hermanitas. Allí no vivió como un punto aparte. No. Allí reside el culo del mundo y nadie pone pero ni puntos de menos a nadie. No. Mientras tuvo esa haitianambra con la boquita chiquita y los dientes de leche, Sulpicio Vásquez vivió un amor de vudú, bestial y real. Pero, arriba, en la montaña, cien días de que pasaron por allí unos pastores de iglesia y fueron echados a patadas por aquellos pobladores de dura cerviz hijos del contrabando y la venta de armas y drogas y adoradores del diablo, de madrugada, bajó desde lo alto de la montaña el río Blanco y arrasó con todo, y la mala noticia llegó a casa de Sulpicio Vásquez. ¿Sulpicio Vásquez  no será ya un punto aparte? Y la pobre madre, que tanto amaba al hijo desarraigado e hijo del único amor que sintió a profundidad en su vida, la pobre Corina Vásquez del Corral, apenas pudo gritar al cielo:

 

¿Por qué a Sulpicio, Dios mío, por qué al hijo de mi corazón, Dios mío?

 

Mientras, el Gobierno Central, las iglesias de la República y la comunidad internacional, iban en socorro de las víctimas de la riada del río Blanco en Jimaní.

Nota: Del libro El Santo la Gran Plena y otros cuentos del sur, de Abraham Mendez Vargas, editora taller, 2007, 1000 ejemplares, agotado, Republica Dominicana.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

COMO EL PEZ DEL AMANECER

COMO EL PEZ DEL AMANECER

-I-

 

 

Los bellos atardeceres suroestanos mueren desde el fondo terrible de esquina de la casona aquélla, hasta que caen con el sol de opacos rahelos y otra estrella, lejanísima, refulgente, brillante, viene a ocupar el sitio de sombras de fuegos huyentes, rojo anaranjados. Esos hermosos paisajes no cejan a la prima noche sin antes dejar colgado un rosario de luz lechosa que a duras penas pueden  aprehender las rancias metáforas de los nuevos poetas. Después del incendio apocalíptico que provocó Sofía la loca y que convirtió en cenizas el casco de conuco urbano de Santa Cruz de Las Uvas, en las postrimerías de la trasguerra mundial, en Cachón-grande, quedó el alma de un haitianito vuelta una serpiente que aun canta como gallo. Sofía la loca, cuando vio que los milicianos comandados por el sargento Barbasquees (durante una semana de patrullaje agotador no había encontrado enemigos del otro cantón en reyerta a qué meterle) y los soldados de la ambulante patrulla descargaron a un tiempo sus armas infernales sobre el apuesto negrito que nadaba feliz, después de un agotador día de labores en los trapiches, sobre las frías aguas cristalinas de Cachón-grande, absorbiendo el cielo de Los Jabillares, ¿no?  Las cristalinas aguas friísimas del bañadero comunal se tiñeron de roja sangre tibia coagulándose y el cuerpo yerto del bracerito haitiano, luego de haberse fondado, comenzó a boyar, y Sofía la loca, al verlo reaparecer en el agua cual ánima de ultratumba, se llevó las manos a la cabeza, nerviosa, espantando una sombra de muerte que tenía detrás de la oreja derecha, dando gritos. Fue entonces cuando Sofía Ramírez, que vivía día tras día contemplando embelesada al haitianito aquél, corrió despavorida por una antorcha para incendiar la casa de los padres de los milicianos que le metieron balas, y redujo a cenizas todo el casco urbano del villorrio de piedras de dulces de maníes, y entonces a la tierra aquélla algunos lugareños pasaron a llamarla Santa Cruz de Las Uvas, ¿no?, pues únicamente sobrevivieron algunos parrales en los patios.

 

En los albores de la trasguerra mundial, después del incendio atroz que provocó Sofía la loca, fue construida esta arca de tablas de entingles. De ese modo, la ciudad se vio levantada nuevamente. Con sus traspatios de trancas conuqueras, es como una especie de paloma de colores varios y brillantes con tumores en las alas que inhibían al vuelo, al primer mediodía de cuarto creciente de la luna recién amanecida sobre el poniente, como un pájaro desplumado en el aire caliente de la espera. La hercúlea horconadura de bayahonda antigua cortada en plena luna llena, con sus docenas de hileras de tablas de entingles polvorientas, trepando cada horcón, y arriba, los recios enlates de robles mordidos por los clavos mohosos y desafiantes con las hojas de zinc alemán, más las dos casitas criollas también con marcos de madera que guardan los secretos del dolor de las víctimas ultimadas bajo sus sombras, durante aquellos tiempos levantiscos y rebeldes, así como durante la dictadura de Trujillo, que desarmó la población y fue legítimo engendró de aquella ocupación militar, convirtieron la casona en una especie de palometa sorprendida sobre los aires azules de la espera.

 

El parque central, luego Leviatán Trujillo (hasta que cayó el régimen y su estatua maldita fue tirada al suelo de mosaicos romanos de La Glorieta por todo un pueblo embravecido (y vino entonces el sabio de Yiro, a pesar de su buena memoria de cronista avispado, corrió por esas calles, gritando que no, que Trujillo no había muerto y la multitud corrió tras él, y todo el mundo muriendo de miedo, y sobre el mercado nuevo gritó que no, que Trujillo no ha muerto, sino que vivirá eternamente en el corazón de los dominicanos, y la multitud desafiante, totalmente embravecida, tiró su chuipe de boca de chivo: no venga Yiro con vaina, si él lo que está es asustado porque era enemigo del Jefe en boquebotella, ¿no?), saludando todas las horas del mundo desde los altos laureles, más sin embargo el mundo es mejor cuando se oye el libre canto contrito de las ciguas de palmas sobrevolando los árboles y La Glorieta del parque central, siempre chirriantes, sorprendiendo a los viandantes  que pasan, felices de disfrutar aquellos sorpresivos saludos nerviosos de alas junto al golpeo de los altavoces de los bares de los alrededores, así como del ruido a veces ensordecedor de los mil vehículos de motor que vienen desde la ciudad capital transportando cargas de provisiones o que se dirigen rumbo a Haití. Y los altos laureles se duermen bajo el peso de las horas gracias al dulce cancionar de norias burbujeantes de las ciguas amarillas con pintas negras, como la verdad y las variaciones del mundo de hoy, serenamente metida entre las grandes ramas verdes sombrías de los tupidos laureles o de los robles enhiestos y altísimos. Y es que en verdad Santa Cruz de Las Uvas era entonces, desde antes de que el general Toussaint Louverture fundara dentro de sus límites rebeldes la villa de Santa Cruz de Barahona como puesto militar, un par de tristes callejas polvorientas aturdidas por el paso clocloantes de los caballos y de las homicidas hordas descalzas de negros invasores  e incendiarios de todo lo que encontraban a su paso de bárbaros sin piedad y sin Dios. Muchas décadas después, los herederos de Macandal habrían de partir en cruz esas mismas rutas de muerte, pero ya muertas de hambres, en busca de un salario de miseria en los cañaverales, o bajo la sombra de las suntuosas construcciones, o mendigando un mendrugo de pan por las calles que una vez dominaron a espada, a fuego y sangre, sin la piedra de gallo descogollado de los dioses de palos del vudú milenario de las tribus africanas, ¿no?, mientras muchos ciudadanos gritan a los cuatro vientos: Han invadido todo, haciendo el trabajo del dominicano, ya la fusión es  una realidad entre Haití y Dominicana. Tenemos a los haitianos metidos  por doquier, ¿no?

 

En plena ocupación militar norteamericana, que dio el empujón definitivo a la misma presencia de trabajadores haitianos en la parte Este de la Isla de Santo Domingo,  en aquel tiempo las pocas callejas de Santa Cruz de Las Uvas subían desde la calle del Trabucazo hasta la avenida Independencia, empalmando las calles Cambrón y la Enriquillo… y ahí moría todo, sí. Las calles Santa Cruz y la presidente Cáceres bordeaban entonces, con  la Armand Pierrot el cuadrilátero aquél, y el resto eran montes de bayahondas, de guazábaras, de cactus y baratujales que, al fin y al cabo, como un golpe civilizador, fueron arrancados de raíz por el mayor Leoncio Blanco, pues habilitó la pista de aterrizaje de una avioneta del otro mundo. En aquellos tiempos de la Era de Trujillo, el más destacado político local era el general Playa Segundo, incluso fue en Santa Cruz Las Uvas el jefe de campaña del Jefe para las elecciones generales del 1930, aunque gracias a una tramoya del mayor Blanco, por obra y gracia de la naturaleza, el general Playa Segundo pasó a ser el principal antitrujillista de la región, ¿no?  Casi tres décadas después surgió otro prominente antitrujillista: el profesor Livio Barcas, quien fuera secuestrado por los sicarios de la Era enfrente al San Martín de yeso, camino a Cerro en el Llano, y lo asesinaron e incineraron casi en la frontera con Haití, del otro lado del Lago Azuey, pues aparecieron incinerados los restos de un cuerpo humano por esos mismos días del terror interminable. Después, sobre los nutricios predios del aterrizaje, por obra y gracias del azar, fue construido el barrio mejoramiento social, como en muchos otros pueblos fronterizos de la Patria Nueva, ¿no? Todo lo demás, a parte de esas tres cuadras de miedo gobernadas por el gobernador Dino Siboano y por quienes debieron haber venido al mundo para lograr la sublimación del amor, no para la consumación del odio que fue sembrado contra los amores desbaratados. Por las noches, bajo los cielos coronados de infinitos racimos de estrellas presididas a flor de nubes blancas por esas hermosas lunas llenas del suroeste, que se hacía y deshacía en una milagrosa rondalla lunar, cuando aun era imposible encender las luminarias en los aposentos por temor a ser asesinados desde el patio, desde los ojos poderosos que vigilaban siempre, se abría la boca del gran lobo pardo.

 

A comienzos de la Era de Trujillo, tiempos de terror y de muerte, aunque  a muchos a gustos hizo sentir, las casetas de palos del mercadito local amanecieron un día derribado. El sueño de un parque entonces tuvo pleno efecto. Se comentó que fue idea del mejor gramático del pueblo, don Lucas Nieto Segundo, aunque también se dijo que no lo hizo solo, sino que lo acompañaron Emil su hermano, Marshal su tío, don Pío su primo, el propio Yiro el orador asustado, también don Descartes. Don Pío se lo contó al doctor Armandito José una tarde  de esas en que pasaban lista al mundo mientras lo veían por una ventana sentados en un banco del mismo parque, bajo la sombra propicia de los altos laureles, y, desde luego, siempre dispuesto, allí estuvo don Descartes, a quien conoció Armandito José y mucho después fue amigo de sus hijos y fue quien más le contó cosas sobre aquella generación de lagartos bebiendo los colores del arco iris ansiosos de tiempos mejores. Pero la rebeldía del gramático había desbordado el cause del río Panzo Clemente; se atrevió a escribir una carta en la cual decía, entre otras líneas intrépidas  que el         Generalísimo Trujillo valía menos que una plosta de puerco, y que la República, bajo su cruel rectorado de emperador romano, era como un anillo de oro en el hocico de un puerco en medio de un circo  de sangre y arenas movedizas. Así era Lucas Nieto, pero no se podía decir nada contra Era del Leviatán y mucho menos escribir. Lo escrito, escrito quedó en la conciencia colectiva, ¿no? ¡Sí! En verdad no fue ningún error, ¿no?  Si alguna equivocación hubo fue el hecho de haber devuelto el libro prestado a uno de los hijos del gobernador Siboano, sin antes haber sacado “la ofensa” al Jefe de entre las páginas de la novela Quijote de la Mancha, de Cervantes. Libertario ¿no?. Sencillamente Lucas Nieto Segundo lo olvidó. Y salvó su vida por andar en uñas de buen caballo, ¿no?

 

La dictadura pensaba, entonces, que el general Playa Segundo, al enterarse de la situación de su sobrino Lucas Nieto Segundo, vendría en su ayuda.  Pero no, no podía venir como yegua tras su jariquito, y caer en la encerrona que le tendió la dictadura, pero, afortunadamente, porque ya había pasado de Haití a la vecina isla de Cuba, y en Santiago de Cuba trabajó como obrero a fin de contribuir a la fundación y sostenimiento del Partido de la Antorcha Democrática, mérito que no le fue reconocido primero, porque había sido acusado de la muerte del padre de quien fue en principio el Caamaño de la revolución del 1965, pasando luego a ser de éste el jefe de seguridad nacional del breve gobierno caamañnista; y segundo, por sus viejos vínculos políticos con Trujillo, aunque únicamente los hermanos Jaimito y Buenaventura Sánchez, cuando viajaron a Santa Cruz de Las Uvas, a fundar a aquel partido, dieron testimonio de ello  a sus sobrinos. Después de todo, aunque el general Playa Segundo no vino en defensa de su sobrino e hijo de crianzaza, éste fue juzgado y condenado por difamación e injuria en Santa Cruz de Barahona en perjuicio del Generalísimo Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva, Rafael Leonidas Trujillo Molina, ¿no? Y una vez en Santa Cruz de Las Uvas, a sabiendas de que lo acechaban para darle muerte, permaneció leyendo en su casa, sentado en una mecedora serrana, y sólo de vez en cuanto fue a su conuco, de día,  a ver sus montes, los montes conocidos como los montes de don Lucas Nieto Segundo.

 

Después de todo, había que escarbar entre las camas de hojas pegadas como en bloques sobre la montaña, había que cavar debajo de las piedras de odios milenarios, pero no se llegaba al término del exterminio en la caverna fatricida. Una sed de exterminio que era superior a todo poder en el mundo. Injusto e injustificable, delante del poder de Dios. Y había que fundar un nuevo hogar en el propio terruño, pero con una ranita verde del monte, de esas que eran objeto de burlas cuando venían al mercado a vender los frutos del campo, y así poder dormir una noche la incertidumbre aquella. El buen comportamiento de los hombres del pueblo hace salir, decían los viejos, a los cimarrones del campo, ¿no? Pero era el imperio del desamor, era la tiranía infernal de los instintos, la locura dominando los poderes de la tierra. Desvivíase una existencia sin futuro.  Y la sangre de los hombres nativos que vencieron a las hordas haitianas en retiradas, desbandándose al este desde la Fuente del Rodeo, en las Cabezas de Aguas de las Barías, o en Cachimán, o en El Memizo, o en la batalla de Postrer Ríos, vieron sin estupefacción convertir su suelo en un bastión prohaitiano; vieron cambiar su viejo valor espartano por el  centro puente de apoyo a los hijos del vudú, al igual que a los hijos de Macandal, pero, también, a causa del desamparo del gobierno central, como si el pasado nunca hubiera pasado. Aquel día, cuando el sol derramaba su oro molido  sobre las tumbas de tantos independentistas, de tantos restauradores, de tantos revolucionarios levantiscos y sin nombres gravados en las páginas gloriosas de nuestra historia, los herederos de Caín volvieron a sepultar aquel antiguo heroísmo. Otros fueron poseídos por los genes de café retostado de Toussaint, y quedaron dominados por el espíritu innoble de Saúl, y no pudieron evitar la tentación primitiva de extender su sed de exterminio sobre las almas retoñantes de aquellos prohombres, quienes juzgarán desde el más allá a quienes fueron tontos útiles de las sombras de la tiranía trujillista, indiferentes ante  tanta maldad, contra sus parientes más cercanos, sólo por ganar el mérito de ser trujillista al extremo, régimen que adulaban para gozar de los panales de miel de abejas aposentadas sobre las osamentas de mil leones yertos. 

 

¡Oh! ¿Qué decir? Días sin lumbres. ¡Oh la tierra aquélla y su remoto sortilegio que tanto obsesionaba! ¡Desvive, acaso, perdida en medio de la luz? No se sabe. ¿Qué otro terruño podía Armandito José amar más que a Santa Cruz de Las Uvas? ¿Dónde habrá mejor trato? ¿Qué es, empero, mejor vida?  ¿Cómo saberlo? Sólo sabe que en Santa Cruz de Las Uvas yacen los restos de nuestros antepasados, allí hizo polvo su ombligo al nacer, sobre su suelo de piedras rodaron sus dientes de niños al mudarlos… y en allí, ¡oh ciudad eterna!, en ti reposarán un día,  bajo tu ardiente sol, sus restos mortales por tiempo indefinido. Y es que Santa Cruz de Las Uvas, en medio de la ruta de todos los caminos del dolor, es como esas caídas hojas de otoño que viajan desde el retoño en brazos del viento vagabundo de los días. Como una mujer enlutecida a destiempo, va siempre vestida de luto, cuando sólo vestía de blanco, sin que hubiese un alma que se vistiera con su dolor encallecido, liberador.

 

Ciertamente, fue en el cuarenta y tres cuando el Generalísimo Doctor, Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva amaneció sobre los caminos de baratujales de Santa Cruz de Las Uvas. Había una Pléyada de jóvenes y entonces toda la bolita del mundo estaba de acuerdo con que sería Santa Cruz el gran pueblo del sur, por ser tierra de héroes y de poetas, sobre todo cuando aquellas inteligencias ardorosas que podaban el árbol de las ciencias, les llegara su oportunidad palaciega que vino después, en honor a las contribuciones históricas en la fundación de la República, ocuparon un lugar señero en el concierto de voces de los pueblos de la Nación. Vino el tirano a convertirla en provincia;  suyo fue el méritos de haber congratulado a nuestros prohombres y Santa Cruz de Las Uvas, durante muchos años tuvo que agradecérselo, dando votos por aquel nombre que quedaría por siempre imborrable en la histórica pasión del Vallehondo, como en todos los rincones de la vida nacional, donde fueron erigidas otras estatuas y monumentos a los familiares del Jefe, ¿no?, además de las muchas casas suntuosas de corte americanas de su propiedad diseminadas por todo el país y que estaban destinadas para hospedar al Jefe a su paso promiscuo y lleno de oropeles, como todo un príncipe oriental, y después de su ajusticiamiento muchas de esas construcciones americanas unas o tipo romanas otras pasaron o a la Iglesia Católica o a alguna institución oficial como Hotel turístico o fue destinado a un  club social comunitario. ¿Por qué no agradecérselo?, ¿no? Hoy día el camposanto silencia las voces de aquel pueblo y de la juventud de entonces, en gran parte. ¿Qué hicieron por esta tierra blanca? Cabalgando la mula parda de la ignorancia, foránea, hasta conquistar la luz plena del día indeleble, ¿acaso sus ilustres hijos dejaron al pueblo blanco con el mismo salitre de abandono que encontraron al nacer? Después de todo, la juventud de hoy está en desacuerdo con los tipos que protegen las peores injusticias, aunque tampoco parece con la fuerza suficiente para enfrentar el desorden sempiterno e intuían que hay que luchar por el imperio pleno de la justicia, por ejemplo, una justicia como la de los distribuidores de aguas públicas, que son insobornables e irrigan sus campos, en medio de la sequía, toma por toma, conuco tras conuco, sin importar posición económica o social, intuían estos nuevos jóvenes que hay que llevar esta justicia de los agricultores a todos los ámbitos de la vida de la Nación, ¿no? Y el problema entonces era cómo vencer tanta pusilanimidad que se activaba cuando un don Juan de los palotes, ya graduado en derecho era nombrado por el partido oficial en la fiscalía, vendió dictámenes a los acusados de narcotráfico o pidió en audiencia  penas benignas para quien asesinó a la que era la madre de sus hijos, y  luego compró una lujosas  jipeta con el  maletín de gordas papeletas que recibió como pago por semejante dictamen. Más la oculta promesa de una libertad condicional. ¿Doscientos años con la justicia de Procusto en Santa Cruz de Las Uvas? Y no hay mal que dure cien años… Los derechos de los niños huérfanos, el futuro de la mujer viuda, las tierras de los campesinos cuyas hijas viajaron a España, golpeados por los usureros apoyados por unos cuantos comerciantes de la diosa Themis, reducida a una nueva reina de la arena, sin que haya un control judicial efectivo respecto de tantas pasiones, en todo aquel desierto de la palabra amor. Un gran negocio. Negocio para comer chivos en los municipios lejanos y montaraces, ¿no?  Sobraba para tener novias y muchachas amancebadas, sí. Mas sin embargo, por este mismo camino malo, Santa Cruz de Las Uvas pudo vadear muchas de las desgracias, a pesar de todos los pesares y la suerte ha sido, empero, que la ciudad va con sus pasos entristecidos y polvorientos por esas calles de Dios que hoy son asfaltadas. Habrá cambios.  De cuando en cuando, vuelve la luna de un vuelco y se llenan sus campos de luz nocturna en tus ojos, oh, Santa Cruz de Las Uvas, dulce fruta embriagadora del universo, cáscara antinómica, de amores de acritud eterna. Nuestro vino es agrio, como ha dicho un gran maestro antillano, pero es nuestro vino.

 

Desde el fondo de la clínica jurídica, Santa Cruz de Las Uvas se muestra a los ojos del mundo, tal como es y como debía  de ser bajo el sol perpetuo, con sus rayos de mil cuchillos de espaldarazos. ¡Cuán bello es respirar, en todas las direcciones del viento, cuando ya el viento ha madurado las quenepas, las ciruelas, los altos cocoteros! Ha despertado sola, como una mujer joven recién enviudada, con niños hijos de Dios que se arroparán con el manto frío del amanecer, alzando a las estrellas sus plegarias llenas de gracia. ¿Cómo saberlo?  Era lunes temprano, la nueva oficina de abogado reapareció convenientemente equipada en medio de la tierra de las añoranzas. Un abogado joven, Armandito José, por algún tiempo, encarnó entonces, a pesar de todo, en medio de tanta indiferencia y de crueldades que se pasaron de la guardarraya de la tirria  sinsentido, el idealismo que flota en los amaneceres dichosos de Santa Cruz de Las Uvas, observado por las altas estrellas. Eso fue por algún tiempo. Otros, más tarde que nunca, vinieron como siempre a ocupar este espacio de sueños e idealismo que, en tiempo  real, sólo aquí tiene su  más  terrible polo poético.

 

La mañana clareó la salita que fuera aposento  antes de que  el doctor Armandito José abriera el estudio. Tuvo que hacerlo subiendo el muro ancho y de un metro de concreto de alto que servía de calzada a la casona. Al pie de la puerta con candado, dando acceso al sur de la oficina, habían tirado un baño de hojas de guayacán hervidas como tisana, junto a una suma determinada de dinero metálico; había además otras suciezazas que yacían con las hojas hervidas del palo eterno.  No; no las pisó. Supo vadear el peligro.  Muchos piensan como haitianos, aun. Por ejemplo, Zaga, un evangélico Pentecostés trajo a su tía Mereja desde la ciudad capaital un gato cruzado con raza extranjera porque la última vez que la visitó vio que habían muchos ratones, y la tía Mereja tuvo encerrado en la trampa el  gatito hasta que murió aullando y gimiendo auxilio y hambriento y  esa noche fue al cementerio municipal, a las doce en punto,  y enterró el gato, por si acaso se tratase de una brujería, sí. Es una forma general de pensar a lo vudú, sí. Y se pueden poner miles de ejemplos desde el campo a la ciudad, ¿no? Esa influencia se acentuó a partir de la instalación del denominado centro puente… Durante siglos Santa Cruz de Las Uvas mantuvo sus vínculos comerciales más calientes con Puerto Príncipe que con Santo Domingo de Guzmán, lo cual fue acentuando la influencia de la cultura afrohaitiana. La dominicanización de la frontera, durante la tiranía de Trujillo, frenó en gran medida tal influencia, pero tal política se vino abajo a causa de la matanza de haitianos del 1937. Una vez dentro de la oficina, que abrió subiendo por el muro ancho de la calzada, el doctor Armandito José contempló brevemente el escritorio de metal de la secretaria,  llamada Ordalía; la anterior, la señorita Lía, se había casado y se fue a vivir con su marido al Cibao, donde ya él trabajaba y era bien remunerado.  Después, colocó bajo el pisa papel de la maquinilla Royal las minutas que había redactado la noche anterior, bajando entonces el bracito del tipo “b” que estaba enganchado de la mariposita de la máquina. Sí. Acto seguido, con  voluntad optimista y feliz, dio un circular vistazo a todo, con sus ojos de pequeño filósofo que todo quieren saber, cual niño que ha hecho su primera interpelación al universo.  Y encendió las tres lámparas fluorescentes.  En el fondo, su alma era como un niño travieso, pues se dejó caer sobre el escritorio giratorio. Respiró profundamente y exhaló el aire por la boca. En vez de verificar de inmediato la dura agenda del día, con voluntad tranquila como tecnología de punta, hizo girar el sillón negro ejecutivo y se dijo: Tengo mis conclusiones escritas en el maletín y sólo necesitaré pedir plazos para ampliarlas, y entonces se dejó atrapar, casi sin proponérselo, por el pedacito de cielo que se colaba por el  zinc alemán que cobijaba la antigua casona del fenecido platero compostelano.

 

Otras veces, el joven señor pudo observar que la caída de las aguas del cielo corrían por el zinc alemán medio mohoso, pero milagrosamente aquellos hoyos de balas de antiguas revoluciones no colaba agua al interior de la casona, salvo que haya habido ventarrones y casi nunca llueve cuando hay ventarrones en los tiempos que no son de ciclones. Alto y encrespado el caballete, sólo la luz del sol traspasa esos huecos del otro mundo. Durante largo rato, desde entonces, el doctor Armandito José solía contemplar aquellas inclinadas perforaciones de proyectiles de carabinas antiguas. Echó el escritorio hacia atrás, delicadamente absorto. Rostros de almas muertas retrotraídos desde el fondo de una visión fantasmagórica en tiempo real no virtual, vinieron como a su encuentro.

 

Afuera, al sur de la clínica jurídica, al cruzar la calle Cáceres el bar Rosas Tiernas del señor Cómodo Mancebo.  La música altísima, con un volumen a veces ensordecedor no provenía de allí, sino del bar terraza del extremo sur de esa misma manzana y que décadas atrás fuera el Restaurante chino llamado Lucky, quizás en honor al primer poeta chino de nombre conocido, y  un buen día amaneció reducido a cenizas a causa de un  voraz incendio, cuando ya nadie habitaba esa casona sin suministro de energía eléctrica y abandonada por los chinos que mucho ha habían emigrado a Santo Domingo, con su negocio de comidas suculentas. Mayor era el ruido de monóxido de carbono que dejaban las patanas que iban cargando cosas rumbo a Haití, así como el ruido ensordecedor de otros vehículos de motor; las patanas llevaban un oficial militar en la puerta del chofer hasta que ésta estuviera fuera de todo peligro de registro serio del cargamento o de detención en los chequeos de militares, a lo largo de la carretera internacional. Y el alma del joven abogado permaneció de ese modo, felizmente absorta en pensamientos provechosos que lo desconectaban de la agonía existencial que le rodeaba, observando los hoyos del zinc alemán que cobijaba la casona aquélla, con la envidiable mansedumbre de un viejo  árbol baobab sobre las áridas tierras secanas con raíces que bajan hasta los gloriosos ríos subterráneos que se originan en el norte, más allá las sierras y las montañas morenas. ¿Cómo es que nada de estas cosas del paraíso pudo sacar del carril de otoño tantas desgracias sin nombres; cómo es que no hemos podido ser, en esencia, en nuestros sueños e idealismo sempiterno que aun flota en tiempo real en cada amanecer del mundo y bajo las tibias noches estrelladas?

 

Verdad es que la clínica jurídica del doctor Armandito José Delvallegrande Pérez siguió operando y coadyuvando a resolver casos que le quitaron a mucha gente un gran dolor de cabeza. Eran dolores que las anfetaminas amainaban en la más vieja. Por algunas horas, los dolores deslíanse como nubes en el cielo azul, pero volvían horas después y así casi siempre hasta que vieron el feliz término de los problemas legales, muchos con más de veinte años que otros abogados ya les habían cogido hasta miedo, y, como un milagro, Armandito José, los fue resolviendo amigablemente, lo cual creó ronchas en los predios de la envidia, que como dijo Luís Vives la envidia es una enfermedad incurable en quien la padece. Causas que tuvieron ribetes patrióticos, que no dejaron grandes emolumentos, a causa del terrorismo judicial interior o a las influencias de los políticos del patio sobre la diosa Themis de aquellos tiempos nefastos.  Fueron aquellas actuaciones legales que, a decir de uno que otro leguleyo colocaban al doctor Delvallegrande Pérez en el terreno de quien no sabe dónde se encuentra el dinero, pero nadie negó que fueron procesos que resultaron sin embargo como medicina efectista en el cuerpo enfermo de la misión, visión y valores de la diosa de la justicia. Muy pronto, al doblar de unos cuantos años, sin embargo, un nuevo paradigma mundial, la globalización, daría lugar a la independencia judicial, y habría reformas profundas en la justicia. La clínica jurídica hizo su historia, pues. Muchos de estos pleitos, empero, fueron conectando al doctor Armandito José al cordón umbilical del pueblo, así como a la génesis de sus más acuciantes problemas de relaciones humanas rotas. Su memoria de elefante lo iba archivando todo, cuando no tomaba apuntes a vuelo de pájaro para no olvidar las señales de tránsito de la creación poética,  cosas esenciales, pero en suma sin un propósito particular, salvo la intención de sobrevivir a todo aquello; sobrevivir era la palabra secreta, ¿no? Después, cuando haya dado a conocer su particular testimonio, poco le importará, entonces, vivir o morir, ¿no?

 

Cada sábado,  el joven abogado laboraba como siempre, mañana y tarde, aunque de tarde eran las lecturas de obras nutridotas en la Biblioteca municipal, cuya encargada era entonces la señora Babey Tebaida Cuevas. Quedaba en el mismo solar de la susodicha casona. En las últimas horas de la tarde, también visitaba a algunos de sus amigos más cercanos, empero, había cinco personas que eran fundamentales en la vida de este joven señor: don Emil Segundo, su compadre, que lo quería muchísimo; el doctor Lafragua, fallecido años atrás pero que últimamente estaba visitando al letrado en sueños, junto a Bloom y a Antón, dos hermanos  que también fallecieron a destiempo; su  colega del doctor Tininito Méndez, eximio poeta que vivía en el exilio interior, a pesar de ser uno de los mejores escritores de cuentos de su generación literaria nacional; poeta y novelista, aunque en el patio sucumbía su genio a la mediocridad, acoplándose a ella, como todo un buey cansado que no luchaba por liberarse del yugo; la señorita Eulalia Segundo, la maestra que lo alfabetizó o a los nueve años cumplidos  aun lo visitaba amorosamente; y su padre don Armando Delvallegrande Guzmán, un pastor de iglesia protestante ortodoxa con dones del cielo verificados en cultos reales, como el de sanidad, el de profecía y de interpretación del lenguaje de los ángeles del cielo cuando el Espíritu Santo era derramado sobre la Iglesia.

 

Naturalmente el ejercicio de la abogacía como arte de pedir justicia en los estrados judiciales, era cosa muerta entonces.  Había no sólo un ¨sida cultural¨, sino también forense. Ameritaba ejercerse sin terrorismo alguno. Hay que defender los derechos de las personas, su libertad o sus bienes con una conciencia democrática, con decoro, con moderación y con respeto. Si el diálogo es inherente a la vida social de los hombres y de las mujeres civilizadas, la violencia que los colocaba contra la institucionalidad, es cosa de fieras.  La abogacía ha de ser siempre la reina de la cortesía. No puede ser una comida demasiada exquisita para esos distritos judiciales donde la ansiedad terrible de tener y no precisamente de ser alguien algún día en la vida en convivencia civilizada con los demás congéneres, convirtió  entonces a los tribunales en puros ventorrillos de canto a canto de la República. En Santa Cruz de Las Uvas, la ley era inventada en sustitución de la ley nacional y en fraude a ella. El estado semisalvaje de la naturaleza humana, tratando de calcar los modos de vidas ya periclitadas con un poder que volvió loco a los menos avispados, fue prueba más que evidente de la ignorancia de que se desvivía la era de la luz, de los viajes espaciales, del descubrimientos de nuevos planetas fuera y dentro de nuestro sistema solar, o de los esquemas intergalácticos que años después permitirán explorar otros planetas, como Martes o Júpiter, y otros mundos. Nada de estas cosas ocupaban un lugar en las mentes de trapo.  Sólo pensábamos en el vecino o en las cotidianidades y pasiones y diatribas, pero la tierra seguía como un ave redonda trazando su ruta alrededor del sol. Es la verdad. Armandito José sin embargo formó grupos literarios donde la aptitud mental de cada uno en la vida, era evidencia de su grado de responsabilidad cósmica y emocional y no tanto en lo intelectual, y hoy todos esos muchachos han triunfado frente al diluvio universal de la desidia. Dichosos los pueblos del mundo, que el arco iris veían reaparecer en su húmedo firmamento, con su mensaje divino de que Dios no acabaría la tierra con otro diluvio universal, ocupando su rincón en el cielo, a pesar del fenómeno del niño en los océanos.

 

Sin temor al qué dirán, el doctor Armandito José Delvallegrande Pérez continuó defendiendo sus causas con pasión y lealtad. Esclavo de los clientes, a veces trabajaba sus casos hasta la madrugada. Un rumor de voces vino a su encuentro, entonces. Comenzó a cultivar unos amores en el cielo.  No bastaba la ciudadanía terráquea. Había que tener también una nacionalidad en el cielo azul de siempre. El alma es azul porque el cielo la espera y había que prepararse para mirar un día de frente la eternidad. Todo cuanto estaba en torno suyo iba de paso, como la vida misma, pero había algo de antes que era desplazado por  otras formas, aquí y ahora y ese cambio invisible en la vida del pueblo se reapareció ante sus ojos, como un rumor de voces, imposibles en la tierra, como mariposas sin alas, como palomas sin vuelos que buscaban mostrarse al espejo de la imaginación poderosa. Y nada resultó como amor buscado en tierra ajena. Todo lo antaño bien amado, desaparecía para darle paso a las nuevas vanidades de la vida. Y todo le parecía que, al igual que Galileo, estaba viendo caer, por primera vez, la manzana desde la torre interior o desde las altas leyes invisibles de la naturaleza aquel coro de voces, como aullidos de animales que gritan dentro de las cavidades de un corazón enfermo, tomó el cuerpo de una leyenda, el histórico mito de la santa sangre de las uvas, lo que hicimos como pueblo con la religión de Dios, ¿no?, y la canción eterna cayó del cielo. Nadie se había atrevido a cantarla con las ciguas de palmas que gorjeaban sobre los altos y grandes laureles tupidos del parque central, como un cántico de liberación sobre el mar rojo del amor ancestral.

 

Fue entonces cuando el doctor Delvallegrande Pérez despertó de aquella pesadilla guardada en los negros huecos del zinc alemán de la casona en cuya esquina había instalado su oficina de abogado. En eso llegó una niña con el mensaje de que su compadre don Emil Segundo quería verlo con urgencia. Sacudió su alma de aquellas ensoñaciones veleidosas pocas veces repetidas en el mundo,  y envió con la infanta Graciela éste otro mensaje a su bendito compadre; entonces el angelito debía volver a casa  calle arriba, mientras un redondo sol de oro como un chele repintado  jugaba sobre sus negras trenzas. Cuando le dio el recado,  el joven señor le habló a la niña, diciendo:

 

Mi hija, dígale a mi compadre Emil que voy dentro de una hora, cuando salga del Tribunal, sí.

 

Asimismo se lo diré a mi abuelito, doctor Delvallegrande…

 

 

 

 

 

 

ABRAHAM MENDEZ VARGAS (Biografia)

 

 

 

 

ABRAHAM MENDEZ VARGAS

(Biografía)

 

 

 

 

ABRAHAM MENDEZ VARGAS es escritor, poeta, narrador, ensayista, nació Neiba, provincia Bahoruco, en la primavera del año 1961, en el mes de abril, y son sus padres Arsenio Méndez Guzmán y Bienvenida Vargas de Méndez,  predicadores desde hace mas de cincuenta años y pastores de iglesias pentecostal desde hace mas de treinta. Actualmente es funcionario judicial en la ciudad de Barahona, provincia del mismo nombre, República Dominicana.

 

Obtiene el título de Doctor en Derecho, de la UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ESTE, U.C.E., en fecha 18 de noviembre de 1987. Presentó la Tesis titulada: LA UNION LIBRE EN LA REPUBLICA DOMINICANA, Y EL DERECHO DE ACCION INDEMNIZATORIA DE LA CONCUBINA CONTRA EL RESPONSABLE DE LA MUERTE DE SU CONCUBINARIO, que con el paso del tiempo ese problema de sociología jurídica planteado pasó a ser regularizado por la jurisprudencia y la Ley de protección a la Mujer en Dominicana.  

 

Fue incorporado a la Carrera Judicial mediante Resolución  No. 287-20001, del 19 de abril del 2001, dictada por  la Suprema Corte de Justicia.  Antes, en fecha 20 de diciembre del 2000, la ESCUELA NACIONAL DE LA JUDICATURA Reconoce a: ABRAHAM MENDEZ: Por su entrega y dedicación en la tarea de capacitar a los miembros del Poder Judicial durante el año 2000. Seminario Carrera Judicial.

 

 

Tiene de la ESCUELA NACIONAL DE LA JUDICATURA Diploma correspondiente a ESPECIALISTA EN DERECHO JUDICIAL, impartido en el período 2002-2004, 15 de agosto de 2006. Además de estos estudios formales,  también, DIPLOMADO EN RECURSO DE AMPARO, impartido en el período marzo 2007-julio 2007, 14 de agosto 2008; empero, en el año 2000, los siguientes Seminarios: SEMINARIO “ETICA JUDICIAL”, viernes del 1º., y sábado 2 septiembre; SEMINARIO “VALORACION DE LA PRUEBA” JURISDICCION CIVIL, realizado del viernes 13 y sábado 14 octubre; SEMENARIO “MORA JUDICIAL” sábado 5 mayo 2001; SEMINARIO-TALLER “PROCESO CIVIL Y PROCESO PENAL” , del lunes 4 al viernes 8 junio 2001; SEMINARIO “LOS INCIDENTES” del 14 al 15 de septiembre 2001; SEMINARIO “VALORACION DE LA PRUEBA II”, del 23 al 24 noviembre 2001; “SEMINARIO INTERNACINAL DE DERECHO DE PATENTES”, del 14 al 15 de noviembre 2003, en convocación  con la PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLOCA MADRE Y MAESTRA; CURSO “ETIQUETA Y PROTOCOLO”, 27 de octubre 2004; SEMINARIO “DERECHO DE FAMILIA: FILIACION, ADOPCION, GUARDA Y TUTELA”, DEL 8 AL 9  noviembre 2004, con el Comisionado de Apoyo a la Reforma y Modernización de la Justicia y PARME; I SEMINARIO SOBRE LA LEY 136-03, AUSPICIADO POR EL FONDO DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LA INFANCIA (UNICEF).

 

Cursó la Maestría en ENSEÑANZA SUPERIOR promoción 2001-2003, impartida en el Centro Universitario Regional del Suroeste (CURSO), UNIDAD DE POSTGRADO Y EDUCACION CONTINUADA, con Tesis de Grado titulada LA COMPETENCIA HERMENEUTICA DE LOS ABOGADOS EGRESADOS DEL CURSO EN EL AÑO 2003, EN MATERIA DEL CONTROL JUDICIAL SOBRE LOS EFECTOS DE LA LEY QUE DECLARA EL ESTADO DE EXCEPCION, teniendo la asesoría durante todo el proceso de trabajo de investigación y elaboración de dicha Tesis, reuniendo los méritos exigidos por nuestra Alta Casa de Estudios, por la Prof. TERESA ESPAILLAT. Tiene pendiente graduación. También realizó en la UNIVERSIDAD INTERAMERICANA, UNICA, un DIPLOMADO SUPERIOR DE METODOLOGIA DE LA INVESTIGACION CIENTIFICA, y DIPLOMADO DE ECONOMIA PARA PROFESIONALES.  Esta Tesis sustenta teoría o problema de sociología jurídica coinciden con el   Proyecto de Constitución del Presidente de la República Dominicana, Dr. LEONEL FERNANDEZ REYNA, en la parte correspondiente a título LOS ESTADOS DE EXCEPCION.

 

Realizó DIPLOMADO DE DERECHO CONSTITUCION, 2008, en la ESCUELANACIONAL DE LA JUDICATURA.

 

Bien esta recordar que Abraham Méndez Vargas, recibió de EL CONSEJO NACIONAL DE EDUCACION, el Diploma que le acredita el título de Bachiller en Filosofía y Letras, el día 8 de noviembre de 1984, habiendo egresado en fecha 17 de septiembre de 1982 del LICEO SECUNDARIO MANUEL DE JESUS GALVAN, de NEIBA, donde también realizó sus estudio primario, en la ESCUELA ARZOBISPO VALERA, del la ciudad de Neiba.

 

La ACADEMIA COMERCIAL “PROGRESO”, del profesor ANDRES DOMINGUEZ, en fecha 28 del mes de marzo de 1981, le expidió el Diploma que le acredita como MECANOGRAFO ARCHIVISTA.

 

Fue profesor de Mecanografía y Archivo en la Escuela Comercial Juan 3:16, propiedad de su hermano Néstor Méndez, en la calle Las María esquina Ángel Miro Santana, primera parte; pues, luego fue instalada en el distrito municipal de Los Ríos, Municipio de Jaragua, provincia Bahoruco, desde donde viajaba a recibir docencia a la extinta extensión de la U.C.E., en Neiba.

 

Ha realizados otros cursos, entre los cuales destacan: Certificado de Participación al CURSO DE ANIMADORES JUVENILES, realizado en Barahona desde el día 23 al 29 del mes de noviembre del año 1980, expedido por la OFICINA DE DESARROLLO DE LA COMUNIDAD; Certificado de Participación al Seminario “HISTORIA REGIONAL”, realizado el 22 de febrero del 2004, en el Obispado de Barahona, por la UNIVERSIDAD AUTONOMA DE SANTO DOMINGO, Centro Universidad Regional del Suroeste, y la CADEMIA DOMINICANA DE LA HISTORIA. Curso Taller “INTRODUCCION A LA IHFORMATICA, realizado en fecha 9 de septiembre del 1999, por la UNIVERSDIDAD CENTRAL DEL ESTE; Taller: COMO ELABORAR PLANES DE CLASES, 18 de abril 2002, CENTRO DE FORMACION INTEGRAL (CIDEFOR), Barahona.

 

En su ciudad natal, participa desde muy joven en actividades deportivas y culturales, llegando a ser Secretario de Acta y Correspondencia del CLUB DEPORTIVO CULTURAL TODO POR LA CUABA, así como Vice-Presidente y Presidente en funciones del CLUB BOXISTICO MIGUEL MONTILLA, barrio La Cuaba.

 

Formó parte del GRUPO LITERARIO LOS CUATRO Y EL CAPITAN, fundado por el Decano de la Facultad de Periodismo de la U.C.E., en San Pedro de Macorís, el hoy fallecido poeta RODOLFO COISCOU WEBER, junto al poeta ROLANDO RODRIGUEZ MANZANO y otros poetas meritorios de la Sultana del Este.

 

Obtuvo el certificado de Juez Nacional de Boxeo, en un curso taller realizado en Santo Domingo, auspiciado por SEDEFIR, habiendo participado como Juez Arbitro, en muchos encuentros a un costado del  cuadrilátero realizado a comienzos de la década de los 80.

 

Fundó en el LICEO DE REFORMA DEL LICEO MANUEL DE JESUS GALVAN, donde cursó hasta el 4to teórico, el grupo literario AMANECER Y LETRAS. Fue Presidente durantes tres años del 2do., 3er., y 4to., de Reforma, y en este último año pasó a ser miembro del Consejo de Curso, siendo entonces secretaría del mismo una bella joven  que se llama María del Corazón de Jesús.  Por razones de orden doméstico, al tener que ayudar a su padre en las labores agrícolas, se transfirió a la tanda vespertina y terminó el Bachillerato en Filosofía y Letras, pasando a ser un asiduo visitador de la Biblioteca Circular Apolinar Perdomo del Municipio de Neiba, así como de la Biblioteca Jorge Noboa del Liceo Manuel de Jesús Galván.

 

Mientras estudiaba la carrera de Derecho en la extinta extensión de la U.C.E.., en Neiba, fundó además, el GRUPO LITERARIO BAHORUCO, y el COLECTIVO DE ESCRITORES Y POETAS POS-TIERRA mientras ejercía la abogacía en su ciudad Neiba, donde instaló su oficina en el año 1988, siendo Juez de Paz Interino (mayo) del 1995, pasando en marzo del 1998, a ser Juez Miembro de la Cámara Civil, Comercial y de Trabajo de la Corte de Apelación de Barahona, donde reside desde entonces.

 

Fundó en Barahona, el GRUPO DE ESCRITORES Y POETAS ANGEL AUGUSTO SUERO RAMIREZ (NEGRO SUERO), el cual existió hasta la proclamación del MOVIMIENTO POETICO DE LA POESIA INFORMALISTA DE BARAHONA, ya con renombre internacional. Escribió el MANIFIESTO DE LA POESIA INFORMALISTA, bajo el titulo LOS POLOS MAGNETICOS DE LA POESIA INFORMALISTA.

 

En la UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ESTE, U.C.E., EXTENSION BARAHONA, hoy extinta, Abraham Méndez Vargas imparte docencia con las asignaturas Derecho Procesal Civil III, Derecho Romano IV, Criminología, y Derecho Civil VII, en el año 2001. También impartió la asignatura de Derecho Internacional Público en la extinta extensión en Neiba, de la UNIVERSIDAD TECNOLOGIA DEL SUER (UTESUR).

 

En la extinta extensión de la UNIVERSIDAD FEDERICO HENRIQUE Y CARVAJAL en Barahona, en sustitución del doctor LUÍS MIGUEL VARGAS DOMINICI, imparte la asignatura, durante el último  cuatrimestre de 1995, de Derecho Tributario.

 

HA PUBLICADO LAS SIGUIENTES OBRAS:

 

Poesías: VISIONES DE MACORIS DEL MAR (1989); SINFONIAS DE LA PATERNIDAD (2005); CANTOS DESDE LAS SIERRAS (2007); EL DIOS LEVANTADO (2007).

 

Cuentos: EL SANTO LA GRAN PLENA y Otros Cuentos del  Sur (2007=.

 

NOVELAS: LA CASA DE LAS PESADILLAS (1994);  EN UN SANTIAMEN (2000); EL SUEÑO DE GALA (2001); LA FIESTA DE LUCAS CAJNAVA (2007, PRIMERA EDICION; 2008 SEGUNDA EDICION, que esta una versión definitiva de LA CASA DE LAS PESADILLAS).

 

Ensayos judiciales:

 

LA REGURIDAD JURIDICA EN LA REPUBLICA DOMINICANA (2000).

 

Tiene en proceso la edición del libro  EL CONTROL JUDICIAL SOBRE LOS EFECTOS DE LA LEY QUE DECLARA EL ESTADO DE EXCEPCION O DE SITIO, para el año 2009, que no es más que la idea resumida de su Tesis más reciente.  

 

Tiene inédito varios libros, entre ellos: NUEVOS POEMAS INFORMALISTAS, LA MUERTE TEME AL QUE DUERME DESNUDO y Otros Cuentos, y las novelas LA SANGRE DE LAS UVAS, y  EL ANILLO MAGICO; otro  libro de cuentos titulado: EL JUEGO DE LA VACA. Tiene también un ensayo inédito titulado la OBRA Y VIDA DE ANGEL A. HERNANDEZ ACOSTA, y Otros Poetas y Escritores Neibanos, del que ya ha difundido algunas partes por  Neybard.com y otros portales.

 

Actualmente, el Magistrado ABRAHAM MENDEZ VARGAS, es Juez Primer Sustituto de la Cámara Civil, Comercial y de Trabajo de la Corte de Apelación del Departamento Judicial de Barahona.

 

Su labor literaria es ampliamente conocida dentro y fuera del país, especialmente por la inclusión de la misma en importante portales culturales y literarios, dentro y fuera de Hispanoamérica, siendo considerado el fundador del Movimientos Universal de la Poesía Informalista, junto al profesor CARLOS DARIO SOUSA SANCHEZ y otros escritores y artistas, habiendo sido bautizado Sumo Pontífice de dicho Movimiento poético, por el reconocido “agitador cultural” Manuel Mora Serrano.

 

En la puesta en circulación de SINFONIAS DE LA PATERNIDAD y otras poesías informalistas, MANUEL MORA SERRANO, al apadrinar el libro, expresó: Mi compadre Abraham Méndez es lo que se dice un literato pleno. He conocido muchos en mi vida y algunos tan tenaces como él, pero ninguno le supera en preocupación constante, en lucha abierta por decir lo que lleva adentro. Tanto en su prosa poética, tan desbordante de figuras literarias que supera la narración misma, que es como un enamoramiento de la palabra, como en este texto, mi compadre Abraham nos demuestra que lo suyo es la poesía.

 

En un ensayo artículo titulado Unos fantásticos cuentos del Sur, (Hoy, lunes 9 de abril, 2007), Manolito Mora termina diciendo lo siguiente: “Son jóvenes aún y aman su tierra y sus gentes. Especialmente el autor que comentamos utiliza expresiones propias de la región que en vez de empobrecer, enriquecen el texto por su novedad. Aunque escritores de la talla de Freddy Prestol Castillo, de quien se dice que llevaba un amanuense para que recogiera el habla popular en los labios de los que le contaban cosas de “Pablo Mamá”, que Ramón Lacay Polanco en sus “Cuentos del Sur” trató de imitar y que Fernández Acosta recreó en “Otra Vez la Noche” y en su “Carnavá”; Abraham Méndez Vargas va un poco más allá en el rescate de esas voces sureñas, y al par que el despliegue de poesía que enchumba sus textos, nos deja fragantes regalos de la tierra en medio de las bayahondas y los cactus que en palabras del suelo hablan de de la aspereza y la reciedumbre de esos luminosos rincones de la patria”.

 

Su ensayo sobre el libro de cuentos Filos de lata, de la escritora argentina Mercedes Sáenz, le ha valido  gran notoriedad internacional, especialmente en Argentina, Bolivia y Chile, y ha sido reproducido en importantes portales del internet.  Manolito Mora, al representar al Gobierno Dominicano en el mundo literario del Brasil, dictó una conferencia sobre la vida y obra de D. Moreno Jiménez, finalizando dicha conferencia haciendo mención del Informalismo capitaneado por Abraham Méndez Vargas, como muestra de la influencia del Postumismo en el siglo xxi. De ahí su conferencia Los Polos Magnéticos de la Poesía Informalista, es decir, el Surrealismo francés y el Postumismo dominicano. Toda su obra tiene un dejo autobiográfico, por lo que la sinceridad es el norte de su permanente decir.

 

Después de una vida llena de experiencias, buenas y malas, Abradjam Méndez Vargas, se decidió, por las razones de salud, a una vida tranquila y retirada, propia de un clásico escritor consagrado, sin menoscabo de los deberes oficiales puestos en sus hombros de libre pensador observante. Actualmente, escribe una obra de teatro a la que ha dado el titulo provisional de ASTUCIA JUVENIL, en tres actos que, a su vez, se dividen en tres escenas cada uno.

 

En fin, después de aquella lejana tarde de la edad de oro, cuando le pidió unos tenis nuevos a su padre para asistir a clases al nuevo año escolar, y ante la respuesta del padre de que eran demasiados hijos y que los recursos no daban para todo y que debía asistir un tiempos con los zapatos del año anterior, Abradjam entonces se limitó a pedirle dos racimos de plátanos a su padre, quien no en complacerlo. Con el producto de esos dos racimitos de plátanos, Abradjam compró dos cajas de arenques vacías, y el mismo construyo una caja de lustrar zapatos, con el resto surtió la caja, y no solo compraba su uniforme y útiles escolares, sino que trabajaba para ayudar a su padre. El poeta Julio Cuevas, entonces empleado del correo en Neiba, fue su cliente y le pagaba cada mes por lustrarle los zapatos. Hoy son ambos poetas importantes, de su ciudad natal. Es en Barahona, empero, donde Abraham Méndez ha logrado ser un escritor de oficio.  En San Pedro de Macorís, mientras terminaba el último semestre, su padre fue cancelado de su empleo como Distribuidor de Aguas Públicas o Inspector de Aguas, y le enviaron una carta donde decía que regrese hasta que hubiera recursos para ellos, le dijo a su hermano Nelson Elías, que allí sería General o Cenizas pero que no abandonaría la Sultana del Este. Nelson Elías se hizo guachimán, cuidaba el partido del doctor Vincho Castillo, y lo ayudaba, a parte de los trabajos prácticos que pasaba a máquina a cinco centavos la foja. Luego de terminada su carrera ayudó a su hermano Nelson Elías Méndez Vargas, a terminar su Carrera de Derecho.

 

De suerte, que estamos en presencia del singular esfuerzo de superación que la Familia Méndez Vargas, y en particular Abraham Méndez Vargas, ha hecho de frente al sol de cada día, para superar los naturales obstáculos que tiene que enfrentar cada familia dominicana cultivadora de la tierra, para poder salir a camino, con el paso del tiempo, estudiando y trabajando, tesoneramente, hasta sentar cabeza, por encima de todos los pesares.

 

Hoy, con este nuevo libro que pone en manos del mundo como un príncipe que reclama un espacio en el reino de los cielos de los grandes pensadores, Abraham Méndez Vargas a luz otro fruto puro de su espíritu de hombre sincero, libre pensador y amigo de los cambios y progresos socioeconómicos y políticos de la Republica Dominicana.  Apoyémosle, pues, comprando su libro titulado EL CONTROL JUDICIAL SOBRE LA LEY QUE DECLARA EL ESTADO DE EXCEPCION O DE SITIO, en librerías y farmacias de Barahona, así como en la Librería Cuesta del Libro y la Librería La Trinitaria, en Santo Domingo, Capital de la República.

 

Abraham Méndez no puede dar  a su “patria chica” más de lo que le ha dado… y sigue su rumbo tras un rastro de rosas, o, como dice él, siguiendo la ruta de Apolinar Perdomo, que era la misma de Manuel de la Candelaria, antes de que la siguiera también Tomás Bobadilla I Briones, como ruta clásica de la historia.

 

En buena hora, pues.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PRIMER ENCUENTRO INTERNACIONAL DE ESCRITORES

Rene Aguilera Fierro

21 hs

ESTIMADO ABRAHAM, TE MANDO EL "MANIFIESTO DE TARIJA", EL MISMO QUE FUE APROBADO EN EL ENCUENTRO", POR FAVOR ME GUSTARIA QUE LO DIVULGARAS EN LAS PAGINAS QUE TIENES CONTACTO. PUEDES ENTRAR A: culturalcingo@hotmail.com
un abrazo cordial.
PRIMER ENCUENTRO INTERNACIONAL DE ESCRITORES
MANIFIESTO DE TARIJA

Los escritores reunidos en la ciudad de Tarija (Bolivia), con motivo del “Primer Encuentro Internacional de Escritores”, auspiciado por la Unión de Escritores y Artistas de Tarija, en el marco de la “Unión Latinoamericana de Escritores”, consideran que las artes en todas sus manifestaciones son patrimonio de la humanidad y, por tanto, susceptibles de deterioro, abandono y degradación. Es de suma importancia que la protección y divulgación que se confía a las autoridades competentes de cada país, sean salvaguardadas con celo y responsabilidad. En tales circunstancias, manifestamos a la faz de la tierra nuestras inquietudes y preocupaciones, las que son expresadas en los siguientes puntos.
1. Protección al medio ambiente, entendido como la conservación de los recursos naturales: agua, suelo, aire y seres vivos útiles que habitan el planeta tierra.
2. Que siendo la cultura de carácter universal, libre y potestad de todos los pueblos, no reconocemos fronteras, razas, ideologías ni religiones para nuestras manifestaciones artísticas.
3. Que los pueblos se unen mediante el acto cultural, actitud que posibilita el acercamiento de los estados; los hermana a la altura de los sentimientos y, por la práctica, estamos convencidos que es posible conformar una Gran Patria Universal, con cada fracción de territorial llamado país; que albergue a todos los hombres y mujeres con mayor calidad de vida y bienestar en cada lugar donde quiera que viva.
4. Que mientras se logre la hermandad proclamada en la carta de las Naciones, sustentamos la libertad, la paz y el libre pensamiento como única forma de coexistencia pacífica entre los pueblos, puesto que si llegara a faltar alguno de ellos, se perdería el preciado don de la democracia.
5. Los escritores consideran que la democracia, pese a sus defectos, por ahora es el mejor sistema de convivencia de los seres humanos que permite su crecimiento integral, cualesquiera sea su raza, color de piel, creencia religiosa, política, condición social y desarrollo de una libre expresión corporal, oral y escrita; motivos por los que nadie puede ser perseguido o privado de sus derechos fundamentales y libre circulación.
6. Instamos a las naciones del mundo para que coadyuven a la expansión de la cultura de sus pueblos, mediante la apertura de sus fronteras y el paso libre y soberano de todos los elementos culturales. Asimismo, deben propiciar eventos artísticos, fomentar publicaciones, grabaciones, conferencias, exposiciones plásticas, etc. De tal manera que haya incentivo a sus creadores.
7. Solicitamos a los gobiernos de los países donde no se haya institucionalizado el Seguro Social del Escritor, se lo pueda hacer a fin de garantizar la salud y el bienestar del escritor. Asimismo, se pueda llegar a la jubilación remunerada del artista.
8. Que, el año 2005 los países reunidos en Barcelona – España, acordaron y aprobaron la Agenda 21, la misma que fue homologada por cada uno de los estados, en la que se comprometen destinar el 1% del Presupuesto General de cada nación al fomento de la cultura. Por tanto, se exige su fiel cumplimiento.

(FIRMADO): René Aguilera Fierro(Bolivia); Amado Pardo Vaca(Bolivia); María Cristina de la Concha(México); John A. Fatherley(USA); Juana Teresita Flores (Argentina); Héctor David Gatica(Argentina); Hilda Angélica García(Argentina); Miguel Ángel Rojas Novoa(Chile); Rodrigo A. Landaeta(Chile); Claudia Gómez(Chile); Francisco Gariboldi(Argentina); María E. Anadón(Argentina); Hugo H.Barbero(Argentina); Fabián A. Soberón(Argentina); Celina Garay(Argentina);Hugo Francisco Rivella(Argentina); Armando Sánchez(Bolivia);Carlos Sebastián Puebla(Bolivia); Juan José Montalvo(Bolivia); Carlos Mario Tapia Hoyos(Bolivia); Lucy G. de Castillo(Bolivia); Martha Daza(Bolivia)

Tarija (Bolivia), noviembre 17 -22 de 2008