LAS ALMAS GEMELAS
LAS ALMAS GEMELAS
VII
Cuando salió de la casa paterna, y partió con sus amigos al hogar de doña Palmira su mujer, el doctor Armandito José, no pudo evitar recordar a su difunto amigo Gregorio Lafragua. Así se lo hizo saber a sus amigos, y entonces les hablaba de las virtudes del fenecido galeno.
¿Por qué actuaba así? Era una vida que era como la sangre de las uvas que libaban cada tarde añorante, ligadas con ron Barceló pequeño y en coro de ángeles puritanos. Ha vagado como alma en pena por todos los rincones de la desesperanza, considerando como un castigo de las sombras tan irremediable pérdida. Aquella sonrisa plena como el eclipse lunar que habría de inaugurar el siglo de la biogenética continuó no sólo infundiéndole su paz guerrera desde la inmortalidad de su llanto de antorcha victoriosa, sino que también le legó el sublime escozor del pez prisionero antes de la hábil escosa del imperialismo sobre el intenso bululú unilateral de estos tiempos de muerte del nuevo orden, ¿no? Hermanos del alma eran, para ellos la felicidad son ésas lágrimas de perlas en el río de la desolación. De la desolación de un amor que no hace iguales a los hombres y sus mujeres sino en virtud del abandono del propio yo que es otro para transfigurarse luego en la esencia montaraz de la amada aquella, como la luna en pleno eclipse solar. Ahora, ya es demasiado tarde. Los amigos gozan de un afecto que los iguala también, como esa dulzura de dos amantes que dialogan de tarde en tarde bajo los parques del paraíso terráqueo. No haber nacido es menos hermoso que haber muerto, muerto es menos hermoso que estar preso, preso es menos hermoso que estar libre, pero nada es tan hermoso como ser un defensor legítimo, como lo fue el doctor Gregorio Lafragua en toda tu vida, defensor de la libertad. Sí. Vivía como huérfano de la patria chica. Al igual que la libertad, su corazón había dejado caer en la olla Delvallegrande una ala, y jamás le faltó valor para destruir de un tajo tu propia hoguera. Mas he aquí que Armandito José, su paño de lágrimas, siempre estuvo a lado, viendo como el viento movía su blonda cabellera, lo mismo que a las ramas de los árboles del patio de La Tascana, ¿no? A veces se iban a La Baitoita o a Las Piedras, a comer tilapias del Lago Enriquillo, cuando no leían a León Felipe y la felicidad abríase a la esperanza sus campos de vacas locas y casas de ladrillos de cerebros oníricos bajo los ardientes rayos del sol del Valle, sin pensar siquiera que era de la ciudad de la gracia, donde emana miel y leche, al pie de la montaña y a orillas de la bahía de Neira, ¿no?
En principio la vida del doctor Lafragua era, de pies a cabeza, la política. Ignoraba Armandito José entonces que su buen amigo era miembro del comité central de un partido de izquierda. La ruptura de sus compañeros con el Partido Marxista de las Tres Estrellas de los Magos de Belén, le hizo descubrir su nombre en la lista de renunciantes del Psp, pero si ya estaba en el más allá, ahora entendía más a fondo al doctor Generoso Santana Sotomayor, al sentirse mal cuando veía que importantes comitivas de la política izquierdista venían desde Santo Domingo de Guzmán medir con su fino termómetro de rayo láser de Lafragua la temperatura del mundo y el curso de la política vernácula. Le decían: ¿Hemos venido a preguntar qué hacer, doctor Lafragua, porque usted siempre sabe, como Lenin, qué hacer? Venían a orientarse sobre el curso de la historia, en infinita expansión como el universo mismo. Del doctor Armandito José, sólo decía: es mi sombra, mi ángel de la guarda, es quien cantará, como Píndaro, la gloria de la caída de la Tebaida de la política dominicana. En una ocasión, (hablaba con esos extraños izquierdistas que lo visitaban de cuando en cuando), hablaba con ellos en su presencia, vieron que la figura de Boris Jeltsin apareció en la televisión; anunciaban su triunfo en la federación rusa, y, entonces, dijo: Ese oso polar, le va a dar mucha agua que beber a Rusia y a los países del tercer mundo. Y así fue: hizo y deshizo y luego, cuando ya no pudo más, entonces dejó a Vladimir Putín ¿no?... Y no era el fin de la Historia, como se pudo haber creído. Otra tarde, cuando se anunció la caída del comunismo, con la cabeza entre ambas manos, le dijo: Hemos luchado toda la vida por un ideal y ahora resulta que nada de eso era verdad; después de tantos sacrificios humanos, de pueblos y hombres de todos los pueblos, ahora nos dicen que todo aquello era vidrio inglés con galletita, y que la razón suficiente es del capitalismo. Sólo en Cuba tengo mi esperanza; en lo que pasará con Fidel y con la revolución cubana, que representan la dignidad del mundo, es lo que me preocupa, y me duele morir un día sin ver el desenlace final, final que no sería tal si otro gran país latinoamericano se levantara como Cuba y Fidel Castro. Sé que ese país no es Republica Dominicana, por ahora. Otra tarde como ninguna otra en la vida, mientras libaban vino de uvas ligada con Barceló pequeño, le confesó el ideal de su vida, ideal que para Armandito José era entonces plena iluminación, el horizonte azul de un libre pensador, y no la proyección de un dirigente marxista leninista... Extremista. El doctor Armandito José, entonces, como ahora en que le acompaña con sus hermanos a cruzar este oscuro callejón del barrio El Jacho, y sin que tal circunstancia interfiera negativamente en la amistad, era lo que es hoy y ha sido siempre, un demócrata... Su profesión de fe era constante, ¿no? Discutían, es cierto, con verdadero fervor como Aristóteles de joven las ideas de Platón, su Maestro, pero siempre más amante de la verdad que de Platón, los más variados temas que estaban sobre la palestra del universo político regional, nacional e internacional. Armandito José era el diplomático; Lafragua era el ejecutivo de ínclita cabeza, que hablaba como decidiendo el futuro del mundo. Extraordinario, ¿no? Después vino el torbellino de su quebranto repentino; ya al final de sus días, se dormía en plena conversación, entre tragos de vino de uvas; Armandito José, entonces, le cuidaba, y fue entonces cuando le confesó, diciendo: Eres el único amigo que no me ha sacado dinero de la cartera, cuando me quedo dormido. Hemos leído de tarde en tarde no sólo Gianni Mina, en HABLA FIDEL, o las Conversaciones con Frei Betto o Fidel y la Religión; además del FIDEL. Un Retrato crítico, Tad Szulc, o de LA AGONIA DEL PODER, de H. R. Halderman, o LA HISTORIA DE LA TEORIA POLÍTICA, de George H. Sabine, también, amigo Armandito José, y en voz alta leímos Enciclopedia PSICOLOGÍA Educativa, publicada por Oxfor5d University Press-Harla, y debemos leer todo lo que tenga que ver con el mundo interior del ser humano, ¿Sí?. Más luego mencionó la necesidad de leer La Biblia, y, al mostrarle sonriente La Santa Biblia, que tenía bajo el colchón, el cual levantó con ambas manos, mirando a la puerta como si sintiese miedo de que entrara doña Patricia de los Turrumotes su esposa que lo creía aun ateo como ella, y fue claro cuando retrotrajo el tema, diciendo:
Pienso como Fidel que la política es una palabra que han desprestigiado los políticos, pero ello no impide que sigamos teniendo un alto concepto de la política, porque esta es la actividad más importante, más maravillosa, más fabulosa y más estimulante que puede llevar el hombre a cabo durante su tránsito terrestre, pues, Armandito José, la política es revolución. Sí... revolución... constante... Sí...
Estoy plenamente de acuerdo contigo, doctor Lafragua. La política es más que una rama de la filosofía. Es el arte de gobernar, una ciencia aparte, ¿sí?
Olvídate de las definiciones librescas, amigo Armandito José. No podemos vivir encasillados en lo tradicional. No podemos ser como esos caballos de los hipódromos, que tienen ojeras y sólo miran hacia delante. No, debemos tener más ojos que el Diablo, pero sin su perversidad maquiavélica, ¿sí? Maquiavelo fue una voz disidente y solitaria del Renacimiento italiano, pero en general, el Renacimiento, y así lo atestigua El Cortesano de Baltasar Castiglioni, era platónico y enarboló la virtud, no el maquiavelismo. Por eso debemos tener no una cabeza cuadrada, sino redonda como un balón de deportivo, que ruede y corra cuando lo tiren o lo golpeen, sí. Es más: te diré algo: Yo siempre aspiré, desde niño, a ser Presidente de este país, pero la represión balaguerista y esta secuela que es el problema de mi voz, no poder dirigirme a la multitud con la energía y el ímpetu con que solía hacerlo en la Uasd, en los tiempos en que descollaba como dirigente universitario, me ha hecho poner mis esperanzas inmediatas en Patricia de los Turrumotes, a quien conocí en esos tiempos de lucha contra el despotismo ilustrado de Joaquín Balaguer, aunque entonces mi novia era María su mejor amiga de entonces, y gracias a un libro de medicina que yo necesitaba para una práctica, y ella me prestó el libro de medicina. A veces un mismo hecho produce efectos contrarios: el libro que me prestó Juan Vásquez, cuya historia ya tú la conoces, al devolvérselo, me llevó a la cárcel, pues la mañana que fui a devolverle el libro, al bajar las escalinatas de la segunda planta, la policía lo allanó y duré año y medio preso y condenado injustamente, acusado de atentar contra la seguridad del Estado, pero yo era y soy aun inocente; el libro de Patricia, en cambio, me trabajo a vivir a Santa Cruz de Las Uvas... El asunto es, Armandito José, que Cuba y Fidel Castro, definirán la dignidad del socialismo y de los pueblos del tercer mundo...
Entiendo perfectamente, doctor Lafragua Guerín, perfectamente. Como dice un escritor amigo mío, increíble son las cosas que acontecen a los hombres mientras viven.
Manolito Mora. Goeíza.
Por esas y otras revelaciones del doctor Gregorio Lafragua, aquella tarde fue extraordinariamente singular. Así lo percibieron ambos, como una inconsciente despedida este mundo... Eran comunes entre ellos, pero le habló con el corazón en la palma de la mano. Es el mérito de ser llamado amigo de un amigo, mirar el cielo tachonado de estrellas y sentir que nuestra alma es tan vasta y misteriosa como el mismo universo; en la alianza de la alegría, como una sideral sinfonía, junto a Dios, el Padre Amante que vive sobre el tabernáculo de las estrellas. ¡Oh, cuán dulce la amabilidad de la Mis Uvas, Minerva Novas del Peral, su amante secreta, que completaba tu alma gemela, para que no fuese apartado llorando de la gran alianza de la alegría... No haberle conocido antes, desde que llegó a la Santa Cruz de Las Uvas, fue mayor lamentación del doctor Gregorio Lafragua. Su arribo trajo consigo precisamente la pérdida del camino de la poesía. Sus nuevos amigos sólo gustaban del ron fuerte, del sexo clandestino y de los chismes del patio, que cada mañana venían a contarle, incluyendo Anacaona Romano, la que hacía sonar la lengua dentro de su boca como la cola de una serpiente embravecida dentro de un barril de abejas completamente vacío. ¿Qué se podía hacer en un pueblo donde no acontecía nada verdaderamente importante, sino oírlo todo a muelas batientes? Era justo que reconociese a Armandito José su leal constancia, su afán por la poesía; le confesó entonces que le entristecía no haberle conocido entonces... De Santo Domingo llegó a traer libros de poemas, y los leían entre copas y tragos de ron con vino de uvas, leyendo, recitando, despacio, con cierto dejo de tristeza, como decía que deberá siempre leerse la poesía...
Ciertamente, también leían las imaginerías que Armandito José escribía hasta que una tarde cualquiera escuchó muy atento un capítulo de su primera novela amorosa, romántica, de fruto agraz, de amores desbaratados desde los cielos. Era una novela onírica, de pasiones meridianas vividas en la epidermis del paisaje gris de la ilusión que subleva el corazón de todo hombre joven, y el doctor Lafragua le hizo ver, en una crítica oral por demás con tintes literalinguística, que no sólo viajaba la política por los átomos fugitivos de su sangre, sino que también tenía madera de narrador, el típico arte uvero de narrar su cultura de patio. El título de la novela, empero, era muy sugestivo y le gustó y, entonces, le sugirió al doctor Armandito José cambiarle el título de mis amores en el cielo, por el de Más allá de los sueños. ¡Ah, todavía hoy, en sueños de inconciencia. Se lo acuerda. Sí, creyendo más en sus posibilidades y confiando más en su persona que la estima que él mismo se tenía hasta entonces; cuando concluyó la lectura, el doctor Lafragua alzó el vaso plástico con hielo y sangre de uvas con ron, brindaron entonces, al tiempo que el galeno dijo:
Armandito José mi hermano, te pasaste de la guardarraya, Armandito, te pasaste de la guardarraya... Sí...
NOTA: de la novela LA SANGRE DE LAS UVAS
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