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Filosofia Oriental en el poema HITO DE SOLEDAD de Angel A. Hernandez Acosta

Filosofia Oriental en el poema HITO DE SOLEDAD de Angel A. Hernandez Acosta

FILOSOFIA ORIENTAL

 

EN

 

HITO DE SOLEDAD

 

ABRAHAM MENDEZ V.

 

Parece que ANGEL HERNÁNDEZ ACOSTA llegó a ser, también, además de buen católico, acepto de la  filosofía oriental  que en tiempos antiguos impidió que los discípulos de los cinco filósofos griegos más grandes terminaran en las aguas del judaísmo después de las traducciones ordenadas del  Antiguo Testamento o base del judaísmo y fuente donde aquellos debieron haber desembocado en la fe suprema  del Nuevo Testamento: el Cristianismo, que es la verdadera sangre de la uva celestial, y no como sucedió que tales discípulos terminaron en las aguas de las teorías de la reencarnación...

 

La historia nos enseña que: “En el Oriente Antiguo se creía que la muerte era el fin total de la persona humana. Sólo en los mitos de los dioses que mueren y resucitan hubo un canto a la vida. Los rituales de las tumbas reales de Ur, fechadas en el siglo XXVII a.C., presupone la creencia de que los reyes continuaban en la ultratumba el mismo modo de vida que habían llevado sobre la tierra”. (HISTORIA UNIVERSAL Prehistoria y Primeras Culturas. Instituto Gallach, pág. 200).

 

En su poema HITO DE SOLEDAD, cuya fecha de inspiración no conocemos porque Quinito Hernández Acosta no acostumbraba fechar sus poemas. Sabemos que en la ANTOLOGÍA LITERARIA DE NEYBA, del Lic. EDDY MATEO VASQUEZ, aparece ANGEL HERNÁNDEZ ACOSTA presidiendo junto con APOLINAR PERDOMO dicha Antología, aportando entre otros poemas HITO DE SOLEDAD.

 

En HITO DE SOLEDAD, el poeta Ángel Hernández Acosta termina de esta manera:

 

“...

y el alma se aventura

por criaderos de sepulcros”.

 

¿Yo me pregunto si acaso Quinito Hernández Acosta, cuando escribió HITO DE SOLEDAD, no creía en la inmortalidad del alma fuera del cuerpo? ¿Creyó, acaso, en ese entonces, que todo el destino de su alma sería siempre el de su cuerpo? ¿Por qué tiene el alma que aventurarse por criaderos de sepulcros?

 

Quinito Hernández Acosta no está para respondernos estas preguntas. Murió en el año de 1995, el 24 de Noviembre. Yo fui quien pronunció su panegírico en la Parroquia San Bartolomé de Neiba. En honor a la verdad,  la obra que publicó, de un innegable valor universal, así como la vida modesta y simple, fueron los únicos elementos que tenemos para procurarnos hoy una respuesta personal y, por tanto, de orden subjetiva, por cierto.

 

Igualmente, hay vestigios de filosofía oriental ligada al cristianismo en sus sonetos LAS HOJAS CAIDAS. En estos ocho sonetos, hay evidencias del dualismo del cuerpo y el alma,  una condena al hedonismo, al paganismo, así como hay una evidente defensa de la Patria golpeada por la demagogia de los amantes que ofrecieron y le hicieron soñar la tierra prometida, dejando de paso el eco profundo y misterioso como la vida misma de la filosofía oriental matizada al cristianismo. Mas, veamos en este ejemplo la parte final, que dice:

 

“Y ahora que los ríos han bajado,

y están ya nuestras copas redimidas,

dense en la tibia sangre del costado

 

y en el útil perfume de la herida,

que así, todos iremos, consolados,

de regreso hacia el polvo de partida”.

 

Los sonetos de LAS HOJAS CAIDAS parecen de factura más recientes que HITO DE SOLEDAD, aunque también aparecen en la ANTOLOGÍA LITERARIA DE NEYBA, del Lic. Eddy Mateo Vásquez.. Las Hojas Caídas fueron escritas frente a la Tele, mientras esperaba el poeta el juego de pelota, vio al canilla que anunciaba el periódico El Sol. Entonces escribió el primer soneto, que dice:

 

“Dime, tristeza, dónde está la mano

que desprendió del tallo tu hermosura,

el filo de la amarga dentadura

que mordió tu presencia tan temprano.

 

Dime la copla falsa del profano

carbonero que puso tu verdura

a rodar por caminos de amargura

como un pañuelo que reclama en vano

 

la gracia pasajera de un saludo.

Di si el color de penas con que vagas

 te lo dieron los rumbos que a menudo

 

 condecoran la rosa con la llaga,

 porque veo que eres tú como el desnudo

 corazón que ilumina si se apaga.

 

Es más, creo que tiene un acierto tremendo este verso de LAS HOJAS CAIDAS: y en el útil perfume de la herida.

 

Ciertamente, la interpretación sobre la personalidad divina de Cristo, sobre el contenido de su mensaje y  sobre los requisitos necesarios para la salvación de las almas, ha sido la causa fundamental de las divisiones en la Iglesia Católica y en el resto de sectas. Pienso, entonces, dar una interpretación relativa, como todo en la vida de los hombres y de los pueblos, salvo Dios.  Pienso que el mensaje de Cristo fue, es y será por los siglos de los siglos... un mensaje de salvación de las almas, algo que es verdaderamente más que trascendente. En la Cruz redentora, las heridas que recibió Cristo, en su costado herido por espada de militar de carrera, así como aquellas heridas que le infligieron los clavos que traspasaron sus manos y sus pies hasta fijarlo en el madero, van mucho más, pero mucho más allá que “el útil perfume de la herida” de que nos habla el poeta Hernández Acosta.

 

Más que una acción ejemplar, útil, de alguien por los otros, cosa que también hizo Barrabás como rebelde de su tiempo, Cristo venció el aguijón de la muerte ante el cual sucumbió el primer Adán. Como hizo resucitar a Lázaro después de cuatro días de sepultado, también reivindicó al primer Adán, para que todo aquel que en él crea tenga vida eterna, por voluntad de Dios su Padre que está en los cielos, y no fuesen los seres humanos condenados a sufrir una muerte segunda, “de regreso hacia el polvo de partida”, como si nunca hubieran sido. Antes bien, comerán del árbol de la vida y vivirán para siempre.

 

Nadie puede juzgar la profesión de fe profunda de la conciencia de otra persona, y, por tanto, de este gran poeta que fue Ángel Hernández Acosta.  Sólo Dios tiene facultad para ello. Pero, ¿quién diría que no podemos divagar sobre los soportes filosóficos inscritos en un poema en particular, como parte de la evolución del pensamiento de un poeta de la forma?

 

Únicamente sabemos que ANGEL ATILA HERNÁNDEZ ACOSTA fue, con sus altas y sus bajas de ambas partes,  fue una persona muy humana, generosa, bondadosa, al parecer libre de odios y rencores. Eso sí, un hombre orgulloso, tímido, algo acomplejado, como todo isleño, de un gran talento en los estrados, frente al teclado, alzando su voz delante de las multitudes, que se estremecían con su verbo divino. También era alguien que  apenas probaba bocado y retiraba el plato suculento casi intacto; no consumía agua sino a sorbos, de rato en rato; bebía café durante todo el día, y fumaba muchísimo; era un

hombre se seis pies de estatura, rostro algo pecoso, enjuto, feo de frente, hermoso de perfil como solían siempre sentarse ante el otro, de nariz grande y anchos orificios en ella, pecoso, de  pómulos salientes, orejas de paila, y de  pequeños  ojos grises pardos casi azulosos  dueños de una enorme fuerza vital, y de una frente no amplia, propia de un cráneo con la masa encefálica recarga e la parte posterior de la cabeza. Era, visto de atrás, como un hombre sin espalda, con la piel india casi morena descolorida unida al hueso, sin carnes casi; de piernas largas y  pies número no menos de nueve y medio; manos gestuales, como de maestro de banda de música en acción, y sobre todo era dueño de una sonrisa franca que cuando la ofrecía uno pensaba que había conquistado el cielo.  Muchas veces nos reíamos a gusto, Quinito y yo, a prima noche, cuando esperaba sentado en su mecedora cabraleña el juego de pelota. Era la hora, también, en que solía izar sus banderas contra los bares de sollozos que dejan sus niños apretados entre el ruido y la sombra.

 

Desde niño, el poeta Angel Hernández Acosta fue siempre así, flaquito, debilucho, de aire enfermo, triste, desde antes de asistir con Doña Bernabela González  Méndez y demás, a la vieja casa donde está ahora el local del P.R.D., en la calle Apolinar Perdomo casi esquina calle Mella (que debiera llevar el nombre de ANGEL HERANDEZ ACOSTA, 

porque conduce de Neiba a Duvergé, su tierra natal), a recibir las lecciones de su antiguo maestro Don Ovidio Medina.

 

Puede que rastreando otros poemas de Quinito Hernández Acosta  se pueda verificar mejor que fue acepto de la filosofía oriental.  Pienso que pensar que la vida era volver de la muerte hacia la nada, o que es un instante que se disuelve cuando queremos llamarle vida, es no ver que la vida no tiene sentido en sí misma, es no ver que el  sentido profundo de la vida lo ha fijado el Creador. Como creyente religioso, Quinito Hernández Acosta acostumbraba dar charla sobre San Bartolomé, el santo patrón de Neiba, durante las celebraciones del 24 de agosto,  cada año, circunstancia definitoria de su última profesión de fe.

 

 En consecuencia, parece ser que Hito de Soledad fue sólo eso, un momento de estrés, un instante de soledad en donde bastaban sus propios pensamientos, frente al tiempo, a la nada, a la muerte que le asombraba... en medio de la inútil rutina, sin más esperanza que la de regresar al polvo de partida. Podría decirse que el tabaquismo, además de un vicio tonto, es una forma de suicidio...De todos modos, leamos por completo el poema que comentamos, HITO DE SOLEDAD, de Ángel Hernández Acosta.

 

HITO DE SOLEDAD

 

A esta altura

del día

ya he malgastado la noche.

 

A esta edad

de la rosa

se acuartelan las espinas

 

No ha llegado el meridiano

y sin embargo huele a tarde.

 

Todo,

todo es saberse uno

cultivado en una lágrima.

 

A esta hora

del sueño

me despierta la vigilia,

y el alma se aventura

por criaderos de sepulcros.

 

Un buen día, al caer la noche elogié el poema Hito de Soledad, y su autor me dijo que el poema que no nace completo es mejor no escribirlo, de lo contrario podría salir incompleto, y años después,

surge el verso que le faltaba y entonces se hace perfecto. Uno debe siempre, Abradjam, releer y corregir. Siempre. Lo importante no es la cantidad, sino la calidad. Hubo un poeta que se hizo famoso, con un solo soneto que escribió.

 

 

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