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LOS VERSOS BLANCOS DE MI PADRE

LOS VERSOS BLANCOS DE MI PADRE

 

LOS VERSOS BLANCOS DE MI PADRE

 

 

 

Mi padre abandonó la casa de su padre

en plena adolescencia.  Vio

que los niños de san Pulín

vestían de blanco los domingos,

y le pidió a su padre lo mismo.

Era trabajador. Sus pequeños pies

de héroe del trapiche y del guarapo de caña,

haciendo un reloj de arena y lodo

arreando el buey interplanetario.

Vio que también su padre salía de parranda,

vestido de casimir blanco,

zapatos negros brillantes,

sombrero nuevo con su plumita de loro,

y el caballo alazán borracho de canciones.

Vio que era un angelito sin más amparo que Dios,

sin un porvenir seguro

que lo esperase al pie de los horizontes

que reinaban en las puntas de las lomas

y morían  en el fondo de  los abismos

de las montañas de oro de la infancia.

Ya en el Valle, entre Tabardillo y El Estero,

encaramado sobre una alta mata de baitoa

en tiempos de sequías, divisó un verdor

y taló la tierra e hizo este conuco

sobre el único verdor que había entonces.

Como acontecen neblinas,

también mi abuelo abandonó la abuela,

y mi padre, en su amor filial inconmensurable,

crió sin quejas  sus hermanos,

y mantuvo a la abuela hasta que Dios,

una madrugada de respirar frío como la muerte,

envió a un ángel moreno por ella,

y la dejó como la encontró: durmiendo.

Este conuco satisfizo su ambición;

ahora cría nietos; y todos los días del mundo,

desde entonces, al amanecer,

en el centro de su tierra

que  es una fuente de gracia y de  oro,

ora a Dios con fe fervorosa; 

y regresa después del mediodía,

sudoroso y cansado, y un día,

una mujer casada con un hombre impío

y creyente ella, vino a despedirse del mundo:

estaba muy enferma,

desahuciada por los médicos,

y mi padre oró  en el nombre de Dios por  ella,

y todavía la hermana vive,

para sorpresa de la ciencia.

Imponiendo su mano y echando fuera demonios,

y eso yo lo sé  más que nadie,

nadie ha cultivado con Dios

la amistad tan fiel y a fondo de este hombre,

nadie ha tenido como yo un padre tan grande,

tan maravilloso, y se asemeja al hijo de Dios.

 

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